mafia rusa
«Un diputado de la Duma llamó a un capo “¡mi caudillo!”»
Entrevistas a los periodistas Cruz Morcillo y Pablo Muñoz, autores de «Palabra de Vor»

—España es un nido de «vory y zakone» (jefes criminales de las mafias rusas), aunque un buen puñado de policías, guardias civiles, fiscales y jueces se empeñan, contra viento y marea, en cortarles el alpiste.
—Unos agentes colocaron una cámara de vigilancia en la jaula de un cuco para seguir a un tal Petrov. Ese interior del nido fue el ojo de la investigación; en una marquesina de autobús se apostaba un policía travestido de mochilero andrajoso...
—¿Cómo han investigado estas tramas?
—Nos hemos leído todos los sumarios judiciales (unos 40.000 folios), informes policiales; hemos tenido acceso a todas las escuchas, declaraciones, libros no traducidos aquí... Hemos reunido cien horas de entrevistas (comida, cenas y copas) con todo el que tenía algo que ver con la investigación...
—¿Quién es «Otto»?
—No podemos revelar su nombre. Se trata del policía más amenazado de Europa. Las mafias rusas lo tienen sentenciado a muerte, y lleva veinte años luchando contra ellas. Vino a Madrid, con siete tipos de seguridad. La calle donde estaba el restaurante, blindada. Las medidas de seguridad las supervisó la propia Fiscalía.
—¿Cómo le convencen para verse?
—Gracias a nuestras fuentes. Es la única entrevista que ha concedido y, según nos dijo, ya no concederá más. Un camarero del Este nos sirvió la comida y, cada vez que se acercaba, «Otto» se callaba. Nuestro compañero Pablo Alcalá nos tradujo.
—¿Qué bebió «Otto»?
—Seis Redbull, y ni se movió el tipo. Mirada fría, impertérrita; ojos penetrantes, el pelo cortado al cepillo, entrecano, camisa remangada. Si no hubiéramos sabido que era policía, pensaríamos que se trataba de un mafioso: brazos repletos de tatuajes...
—¿Qué comió?
—Nada. Ni patatas guisadas, ni judías, ni chuletas... Le encanta el vino, pero nos advirtió: «No quiero beber con vosotros porque...»
—Incorporan en «Palabra de Vor» otras cuatro voces inéditas.
—La primera, la del ex agente del FSB Litvinenko, que fue envenenado en 2006; la segunda, la de Mijail Monastyrski, jefe de una mafia de San Petersburgo y diputado de la Duma. Se retiró a Marbella como anticuario, y se mató supuestamente en un accidente de tráfico en Francia. La tercera: Haidarov, un cabecilla de la mafia rusa, «arrepentido», que se enfrenta a sus antiguos colegas, y estos asesinan a su madre. Haidarov está empeñado en acabar con la mafia rusa. Y una última entrevista de cuyo protagonista no podemos revelar el nombre porque lo matarían; vive en España y es un renegado de otra rama criminal: la «Izmaizlovskaya».
—¿Cómo opera la mafia rusa?
—Tiene unas relaciones al más alto nivel que se pueda imaginar. El ex vicepresidente de la Duma, en una escucha telefónica, llamó a un capo asentado en Mallorca «¡mi caudillo!».
—¿Pueden los criminales cambiar gobiernos?
—Sí, saben tres meses antes, según las escuchas, quiénes serán los ministros... Otro mafioso de Mallorca compartía un jet, en «leasing», con el vicepresidente de la Duma; a un vicefiscal ruso le pagan el alquiler de su casa (2.500 dólares), dentista....
—¿Por qué son un peligro para la soberanía?
—Nuestra tesis es que si la mafia rusa controla empresas energéticas, como Repsol, lo podemos pagar en términos de soberanía nacional. Son criminales con el potencial suficiente como para desestabilizar la economía de un país, vía energética. Lo que quieren es poner el Estado a su servicio.
—Ustedes dan la cara. Eso es admirable.
—Por honestidad. Durante años hemos publicado todo con nuestro nombre en ABC. El libro se ha llevado totalmente en secreto. No lo sabían más de diez personas. En la Audiencia Nacional ha sido una sorpresa. Nosotros aquí no acusamos a nadie, ni imputamos ni juzgamos. Solo contamos lo que dicen las investigaciones policiales y judiciales.
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete