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La mujer «pierde peso» en EE.UU.

Pese a contar con más candidatas, el nuevo Congreso será el que menos mujeres tenga en tres décadas El «fenómeno Palin» ha creado un interés inédito por la política entre las republicanas

AFP

PEDRO RODRÍGUEZ

Estados Unidos es un país bastante más acostumbrado a las primeras damas que a las damas en primera fila de la política por méritos propios. Y todo hace indicar que las elecciones legislativas convocadas para el próximo martes van a incrementar todavía más el llamado déficit femenino que viene arrastrando la democracia americana a la hora de facilitar a la mitad de su población el acceso a escaños en el Congreso.

En las antípodas de cualquier noción de paridad, Washington ocupa en estos momentos el número 73 en el ranking elaborado por la Unión Inter-Parlamentaria sobre la presencia de mujeres en los Poderes Legislativos de 186 países del mundo. Un vecindario estadístico que Estados Unidos comparte con Kazajstán, Turkmenistán, Albania y Corea del Norte.

Situación que amenaza con agravarse según las proyecciones para los comicios del 2 de noviembre, que avanzan un retroceso en el número de mujeres en ambas Cámaras del Congreso federal. Algunos cálculos independientes hablan incluso de una nueva legislatura con el menor número de diputadas y senadores registrado desde 1978, incluida la salida de la demócrata Nancy Pelosi como «speaker» de la Cámara de Representantes.

La gran ironía de toda esta situación es que el actual ciclo electoral ha generado una plusmarca de mujeres con aspiraciones a competir por un cargo electo. Un total de 291 candidatas se han presentado en el 2010 para obtener puestos en las listas al Congreso tanto del Partido Republicano como del Demócrata. Lo que supone 47 mujeres más que el anterior record fijado en 1992.

La criba de las primarias

Este interés femenino en obtener cargos parlamentarios ha sido especialmente notable en las filas conservadoras, al hilo de la nominación de Sarah Palin como la primera mujer de una candidatura presidencial. El resultado ha sido el doble de mujeres —128— en las primarias del Partido Republicano. Pero todas estas ilusiones se han topado con una criba de dos tercios, dentro del proceso de selección de candidatos.

En las filas del Partido Demócrata también se ha registrado una leve reducción en el número de mujeres compitiendo y ganando en primarias. Como resultado, en las papeletas del próximo martes figuran un total de 139 candidatas al Congreso, 48 republicanas y 91 demócratas. Con estimaciones de que el actual número de 90 diputadas y senadoras se verá reducido el año que viene entre cinco y diez escaños.

Para explicar esta dinámica desfavorable, los especialistas en el peculiar sistema electoral de Estados Unidos insisten en que no existe una razón única. Para empezar, muchas de las mujeres que se han lanzado a la arena política son figuras nuevas para el electorado, lo cual supone una gran desventaja dentro de una tradición con altas tasas de reelección.

Si bien es verdad que el Partido Demócrata suele tener más mujeres en sus listas abiertas, los correligionarios de Obama esperan esta vez un voto de castigo bastante importante. Ya que los sondeos vienen otorgando a los republicanos avances en el Senado y la reconquista de la Cámara.

Tendencia «irreversible»

Tampoco hay que olvidar el factor de los estereotipos que arrastran hombres y mujeres en la política de Estados Unidos. Como explicaba recientemente Barbara Norrander, politóloga de la Universidad de Arizona, «las candidatas femeninas son generalmente percibidas como mejores en temas de bienestar social, como sanidad o prestaciones familiares, mientras que los candidatos tienen ventaja en cuestiones como la economía, la defensa o la seguridad pública».

Aunque como insiste Larry Sabato, profesor de la Universidad de Virginia, tampoco hay que leer demasiado en unas elecciones. A su juicio, «la tendencia al alza de las mujeres en la política de EE.UU. es claramente irreversible; se puede tener un mal año pero al final se avanza al dar dos pasos hacia adelante y retroceder uno». Ya que nada ha sido ni rápido ni fácil desde que Jeanette Rankin, de Montana, se convirtiera en la primera diputada en 1917, tres años antes de que las mujeres ganasen el derecho al voto en Estados Unidos.

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