Cien años de premeditación
La Universidad de California finalmente publica la autobiografía que el escritor norteamericano quiso mantener en secreto hasta un siglo después de su muerte

Puede considerarse como uno de los más brillantes montajes en la historia del marketing. A la altura de Facebook pero con el mérito de cien años de premeditación. Ya que el bestseller más anticipado en la nueva temporada cultural de Estados Unidos la autobiografía de Mark Twain (1835-1910) llega finalmente a las librerías tanto analógicas como digitales con fuerza de bestseller después de una moratoria de un siglo impuesta por el icónico autor americano para no tener que morderse la lengua al escribir sus recuerdos con estilo de bloguero.
Puede considerarse como uno de los más brillantes montajes en la historia del marketing. A la altura de Facebook pero con el mérito de cien años de premeditación. Ya que el bestseller más anticipado en la nueva temporada cultural de Estados Unidos la autobiografía de Mark Twain (1835-1910) llega finalmente a las librerías tanto analógicas como digitales con fuerza de bestseller después de una moratoria de un siglo impuesta por el icónico autor americano para no tener que morderse la lengua al escribir sus recuerdos con estilo de bloguero.
Tras seis años de meticuloso trabajo de edición a partir de cuatro archivadores repletos de papeles, un grupo de académicos y la editorial de la Universidad de California han sacado estos días la primera entrega de 760 páginas, con el compromiso de publicar otros dos volúmenes adicionales en el plazo de cinco años. Además de colgar en nternet todo ese material enciclopédico, del que al menos la mitad es totalmente inédito.
Durante los últimos cuarenta años de su vida, el autor de Las aventuras de Huckleberry Finn obra que Ernest Hemingway calificó como la fuente de toda la literatura moderna de Estados Unidos se dedicó a contar sus propias aventuras pero sin grandes progresos. Hasta que en 1904 se le ocurrió un método a su juicio perfecto: Comenzar sin empeñarse en un momento particular y deambular con libre albedrío por toda tu vida. El resultado es un torrente de conciencia, la madre de todos los monólogos interiores o, tal y como lo definió el propio autor, un revoltijo completo y deliberado. Con amplias oportunidades para que el consagrado escritor y viajero impenitente se reinvente una vez más, recuente su transformación de Samuel Langhorne Clemens a Mark Twain, acribille a sus contemporáneos y comente con su obligada insolencia sobre la actualidad del momento y las limitaciones de la condición humana.
Para Robert Hirst, responsable de los papeles de Mark Twain custodiados en el campus de Berkeley, resulta especialmente emocionante contemplar toda esta obra presentada en la forma que él quería. Según Hirst, cuando uno se descubre riéndose de algo que ha leído docenas de veces, eso es calidad. A juicio de Harriet Elinor, editora principal del primer volumen, sin entrar en sus méritos literarios, la esperada autobiografía es una obra gratificante y algo realmente diferente.
Colosal rompecabezas
El proyecto también ha sido un colosal rompecabezas para poder dar sentido y ordenar las más de 2.500 páginas dejadas por Mark Twain en forma de diarios, cartas, bocetos de personajes, ensayos, reflexiones y falsos comienzos. Aunque buena parte de ese material autobiográfico fue redactado entre 1906 y 1909. Durante ese periodo, sin salir de su cama por las mañanas, el escritor se dedicaba a dictar a una de sus secretarias, Miss Hobby. A veces inspirado por algo que acaba de leer en los periódicos del día, Twain también anotaba y corregía esos textos mecanografiados que consideraba mucho más cándidos y menos literarios que todo lo que él mismo era capaz de escribir de su puño y letra. Pero toda esa rutina creativa terminó con la muerte de su hija pequeña, Jean Clemens, cuatro meses antes de su propio punto y final el 21 de abril de 1910.
Según sus instrucciones, este libro no es un acta de venganza y la divulgación de sus contenidos debía ser escalonada. Una táctica de gradualismo editorial, que además de permitir rentabilizar en el tiempo derechos de autor, permitiría llegar, según Mark Twain, hasta un momento en el que toda su autobiografía pudiera salir a la luz sin necesidad de ser expurgada. Un plan que finalmente ha podido cumplirse a los cien años de muerte, a pesar de sus ganas de reservar algunas porciones durante cinco siglos.
Tras seis años de meticuloso trabajo de edición a partir de cuatro archivadores repletos de papeles, un grupo de académicos y la editorial de la Universidad de California han sacado estos días la primera entrega de 760 páginas, con el compromiso de publicar otros dos volúmenes adicionales en el plazo de cinco años. Además de colgar en nternet todo ese material enciclopédico, del que al menos la mitad es totalmente inédito.
Durante los últimos cuarenta años de su vida, el autor de Las aventuras de Huckleberry Finn obra que Ernest Hemingway calificó como la fuente de toda la literatura moderna de Estados Unidos se dedicó a contar sus propias aventuras pero sin grandes progresos. Hasta que en 1904 se le ocurrió un método a su juicio perfecto: Comenzar sin empeñarse en un momento particular y deambular con libre albedrío por toda tu vida. El resultado es un torrente de conciencia, la madre de todos los monólogos interiores o, tal y como lo definió el propio autor, un revoltijo completo y deliberado. Con amplias oportunidades para que el consagrado escritor y viajero impenitente se reinvente una vez más, recuente su transformación de Samuel Langhorne Clemens a Mark Twain, acribille a sus contemporáneos y comente con su obligada insolencia sobre la actualidad del momento y las limitaciones de la condición humana.
Para Robert Hirst, responsable de los papeles de Mark Twain custodiados en el campus de Berkeley, resulta especialmente emocionante contemplar toda esta obra presentada en la forma que él quería. Según Hirst, cuando uno se descubre riéndose de algo que ha leído docenas de veces, eso es calidad. A juicio de Harriet Elinor, editora principal del primer volumen, sin entrar en sus méritos literarios, la esperada autobiografía es una obra gratificante y algo realmente diferente.
Colosal rompecabezas
El proyecto también ha sido un colosal rompecabezas para poder dar sentido y ordenar las más de 2.500 páginas dejadas por Mark Twain en forma de diarios, cartas, bocetos de personajes, ensayos, reflexiones y falsos comienzos. Aunque buena parte de ese material autobiográfico fue redactado entre 1906 y 1909. Durante ese periodo, sin salir de su cama por las mañanas, el escritor se dedicaba a dictar a una de sus secretarias, Miss Hobby. A veces inspirado por algo que acaba de leer en los periódicos del día, Twain también anotaba y corregía esos textos mecanografiados que consideraba mucho más cándidos y menos literarios que todo lo que él mismo era capaz de escribir de su puño y letra. Pero toda esa rutina creativa terminó con la muerte de su hija pequeña, Jean Clemens, cuatro meses antes de su propio punto y final el 21 de abril de 1910.
Según sus instrucciones, este libro no es un acta de venganza y la divulgación de sus contenidos debía ser escalonada. Una táctica de gradualismo editorial, que además de permitir rentabilizar en el tiempo derechos de autor, permitiría llegar, según Mark Twain, hasta un momento en el que toda su autobiografía pudiera salir a la luz sin necesidad de ser expurgada. Un plan que finalmente ha podido cumplirse a los cien años de muerte, a pesar de sus ganas de reservar algunas porciones durante cinco siglos.
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