Marcelino Iglesias, un fiel para controlar un PSOE nervioso
El nuevo hombre fuerte en el PSOE presidió el 35 congreso del partido que aupó a Zapatero a la Secretaría General. Compaginará hasta mayo el cargo orgánico con la presidencia de Aragón, donde deja a Eva Almunia como "número dos"

El presidente de Aragón, Marcelino Iglesias, llega a Ferraz con el sello de leal al zapaterismo -presidió el 35 congreso federal que ganó Zapatero- y apuestas al alza en la soterrada carrera sucesoria dentro del Partido Socialista. Iglesias toma las riendas de la Secretaría de Organización del PSOE en un momento de grave debilidad electoral del socialismo y a las puertas de un año marcado por unas elecciones locales y autonómicas que alterarán el reparto del poder en España. Se sitúa así en el círculo más íntimo llamado a pilotar lo que para muchos es la étapa final del zapaterismo.
En su tierra aragonesa deja una carrera lenta pero imparable. Nació en el Pirineo aragonés, en la pequeña localidad de Bonansa, el 16 de abril de 1951. Pueblo en tierras vecinas de Lérida que fraguaron su bilingüismo entre el castellano y el catalán --ha impulsado una Ley de Lenguas de Aragón que considera el catalán como lengua propia de esta Comunidad--. Allí, en Bonansa, empezó su carrera política. En 1983 asumió la Alcaldía de su localidad natal y poco después, en 1987 , se convirtió en presidente de la Diputación de Huesca, cargo que ocupó hasta 1995. Tras la convulsa etapa que vivió el socialismo aragonés con la marcha de José Marco de la Presidencia del Gobierno autónomo, juzgado y condenado, Iglesias tomó el timón del PSOE en esta Comunidad. Primero como candidato, luego, en diciembre de 2000, como secretario regional. Meses antes, en julio de 1999, había logrado la Presidencia del Gobierno aragonés tras firmar un pacto de legislatura con el PAR que ha mantenido durante tres mandatos consecutivos. En 1999 no ganó las elecciones, pero sí el Gobierno. Convenció al PAR para que dejara su hasta entonces tradicional alianza de gobierno con el PP --que aquel año fue el partido más votado-- y virar hacia los socialistas. Iglesias recompensó años después al PAR cuando, pudiendo elegir entre estos y los nacionalistas de Chunta, optó por la fórmula moderada del PAR para renovar la coalición de gobierno.
Casado y padre de dos hijos, Iglesias practica la discreción, el tono pausado, la moderación, la calma . A veces eso le ha valido más de una crítica de quienes consideran que hace falta más brío reivindicativo desde el gobierno de una tierra necesitada de más reconocimiento, de más peso en las decisiones que se toman en Madrid. El propio PAR se ha quejado de ello en varias ocasiones y ahora lo está haciendo con más intensidad conforme se aproximan las elecciones municipales y autonómicas de mayo del próximo año. El oscense, sin embargo, ha evitado la confrontación con el Gobierno central incluso cuando se han tocado materias especialmente sensibles en Aragón como es el trasvase del Ebro. Él presionó para que, en solo unos meses de Gobierno Zapatero, éste derogara el proyecto de trasvase del Ebro a Valencia y Murcia que había dejado listo Aznar. Pero unos años después aparecieron, avalados por el Gobierno de Zapatero a requerimiento del tripartito catalán, un proyecto de trasvase a Barcelona que no encontró la contestación frontal de otros tiempos por parte del Ejecutivo de Iglesias. La suerte, sin embargo, se puso de su lado: el trasvase a Barcelona no fue necesario porque llovió a tiempo para llenar los embalses que abastecen a la Ciudad Condal.
El carácter discreto de Marcelino Iglesias ha estado acompañado también de la habilidad. Respaldado por su posición como presidente de Aragón, ha logrado mantener prietas las filas dentro del PSOE aragonés, en el que conviven varias "familias" no siempre bien avenidas. Tras la marcha de Marco se puso de manifiesto esa tensión interna que, con Iglesias, no ha pasado de ser anécdota cuando alguna vez ha asomado con timidez por las aspiraciones de algunos de esos sectores. La "familia" oscense del PSOE aragonés, la de Iglesias, ha conservado el timón del partido en la región. Hace más de un año anunció que no repetiría como candidato, que iba a abandonar la Presidencia de Aragón cuando acabara la legislatura. Dejó claro también que eso no sigifnicaba que dejara la política. Madrid iba a ser su destino. El puesto era una incógnita. Pero se ha encargado de dirigir en todo momento su sucesión: convino con Zapatero en que Eva Almunia, que salió del Gobierno autónomo para hacerse cargo de la Secretaría de Estado de Educación --en el que sigue--, fuera la candidata del PSOE en las próximas elecciones autonómicas.
Iglesias se ha hecho valer ante Zapatero con esa silenciosa habilidad que ha acompañado su carrera política . Presidió el XXXV Congreso del PSOE que, en julio del año 2000, eligió secretario general a Rodríguez Zapatero. No ha habido de Iglesias una palabra de reproche o de duda hacia el liderazgo de ZP, ni en sus horas más bajas en las que algunos "barones" sí se han desmarcado, con más o menos claridad, con mayor o menor firmeza. Iglesias ha sido el discreto fiel a Zapatero, a la par que conseguía situar a algunos de sus compañeros de la "familia" socialista oscense en el Gobierno central: la ya citada Eva Almunia como secretaria de Estado de Educación, y el también oscense Víctor Morlán como secretario de Estado de Fomento. Ahora el llamado es él mismo. Iglesias, secretario de Organización del PSOE en sustitución de Leire Pajín. El salto a Madrid desde Bonansa, con 59 años y 27 después de que empezara en la política como alcalde de un pequeño pueblo del Pirineo.
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