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ABC Cultural

En recuerdo de Joan Sutherland

PLÁCIDO

DOMINGO

He sentido una profunda tristeza al conocer el fallecimiento de Joan Sutherland, una de las más grandes cantantes de nuestro tiempo. Esa magnífica voz, con un enorme poder y registro, y las intepretaciones que ella abordó no sólo dentro del repertorio convencional de óperas sino además sus trabajos en el bel canto que había casi sido olvidado, unas interpretaciones que le han asegurado un lugar permanente en la historia de nuestro arte.

La primera vez que trabajé con Joan fue en Dallas en 1961, cuando yo hice mi debut en los Estados Unidos en el papel secundario de Arturo, en Lucia di Lammemoor , ella, por supuesto, interpretó el papel principal. Con la ayuda de su marido, Richard Bonynge, había empezado recientemente a concentrarse en papeles de coloratura dramática, donde encontró su verdadero camino. Recuerdo estar maravillado por su técnica, y además agradecido ante la sencillez y amabilidad de ella y de su marido.

Más tarde, canté el papel principal de Edgador en Lucia frente ella, en el Met y en Hamburgo, y tenía una voz tan increíble que, para mí, aquellas noches fueron la mejor experiencia de mi vida sobre el escenario. Recuerdo cómo ella me tomaba el pelo: «Plácido, si continúas cantando así de bien no me gustarás tanto». Pero lo cierto es que Joan podía cantar por encima de cualquiera.

Recuerdo una serie de representaciones de Los cuentos de Hoffmann con ella en el Met, en las que interpretó las tres partes para soprano de manera magnífica. Joan Sutherland era una extraordinaria cantante y un ser humano encantador. La echaré mucho de menos.

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