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ABC Cultural

El cautivo de Argel, rescatado

José Luis Gonzalo Sánchez-Molero redescubre su «Epístola a Mateo Vázquez» (1577), «fugada» desde 1863, y zanja así una controversia literaria: no fue apócrifa ni una falsificación

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ANTONIO ASTORGA

L a muerte ayrada con su furia insana aqui y alli con priessa discurriendo mostrandose a quien tarda, a quien temprana. El son confuso el espantable estruendo los gestos de los tristes miserables que entre el fuego y el agua iuan muriendo... Año del Señor de 1577. Miguel de Cervantes, el Príncipe del Ingenio, lleva ya dos años cautivo en Argel, tras haber sido apresado en la galera «Sol» por una mesnada de corsarios berberiscos al mando de Arnaute Mamí, cerca de Cadaqués. Desde los baños (todo menos placenteros) de Argel, Cervantes escribe así una «Epístola» a Mateo Vázquez de Leca, secretario de Felipe II, para que le facilite, al retornar a España como un héroe, una entrevista con el Monarca, y un oficio o merced equivalente a sus grandes servicios en Italia y Argel. Cervantes no quería ayuda para su rescate (pedían 500 escudos de oro) porque tenía pensado otro plan de fuga, explica a ABC el historiador José Luis Gonzalo Sánchez-Molero, gracias a cuy magnífica pericia investigadora ve la luz, en edición facsímil, la «Epístola a Mateo Vázquez». El extraordinario estudio y hallazgo lo publica el Centro de Estudios Cervantinos, de Alcalá de Henares.

En la galera Sol que escuresçia mi ventura su luz a pesar mio fue la perdida de otros y la mia. Valor mostramos al principio y brio pero despues con la esperiençia amarga conosçimos ser todo desuario. Senti de ageno yugo la gran carga y en las manos sacrilegas malditas dos años ha que mi dolor se alarga. Bien se que mis maldades infinitas y la poca attriçion q. en mi se ençierra me tiene entre estos falsos Ismaelitas... Gonzalo Sánchez-Molero redescubr y resuelve así un misterio y una polémica literaria: la Epístola existe, y no es una falsificación.

Poema inédito

Desde 1870 se había perdido completamente la pista de aquel heroico poema inédito cervantino, hallado en la primavera de 1862 por Luis Buitrago y Peribáñez, oficial mayor del archivo de la Casa de Altamira (aunque el verdadero descubridor fue Manuel Remón Zarco del Valle). «La Época» lo dio a conocer el 23 de abril de 1863. La Epístola se perdió tras la venta pública de los bienes de Altamira entre 1869-72. Grandes sabuesos cervantistas se afanaron en localizarlo, mas no hallaron rastro alguno. ¿Por qué? Hacia 1900 habían fallecido sus últimos lectores (Sancho Rayón, Pérez Pastor, Cánovas del Castillo y Zabálburu), y porque entre 1936 y 1970 el archivo de la familia Zabálburu (ya marqueses de Heredia-Spínola) estuvo cerrado al público. En consecuencia, la polémica no tardó en apoderase de su contenido, y en 1948 se puso en duda su autenticidad (Azorín la defendió en ABC el 15 de abril de 1947), pero las sospechas no dejaron de acrecentarse, hasta el punto de que hacia 1970 se consideró, si no como una falsificación del siglo XIX, sí como una obra apócrifa. Y esta idea predominaba en 2005 entre los cervantistas. Fue entonces cuando rea-pareció ante los ojos de José Luis Gonzalo, secretario académico de la Facultad de Ciencias de la Documentación de la Complutense. En la Biblioteca Zabálburu, en el legajo número 76, caja 154, asomaba el texto poético «De Miguel de Ceruante/Captiuo/A M. Vázquez de Leca mi Sr.».

De buena tinta

José Luis Gonzalo comunicó la noticia del hallazgo al equipo que trabajaba, junto a él, en la Gran Enciclopedia Cervantina; y acudió a una autoridad cervantina, David Eisenberg, que le felicitó vía correo electrónico. «En noviembre de 2005 —anota Gonzalo Sánchez-Molero—, en un seminario sobre los textos de Cervantes, la nueva fue recibida con el lógico interés. Recuerdo que Francisco Rico me preguntó, medio en serio, medio en broma, si había analizado la tinta. Esta cuestión no es menor, pues, aunque el texto hubiera reaparecido desde su “desaparición” en 1870, esto no eludía la polémica sobre si se trataba de una falsificación urdida por Adolfo de Castro o por otro cervantista decimonónico. Con el análisis de papel, tinta, letra y el conjunto documental en que se integra, resulta definitivo proclamar y confirmar totalmente la veracidad de la “Epístola”».

La siniestra mano

La poesía peleó en Lepanto, y en la Epístola Cervantes glorifica la pérdida de su mano izquierda: A esta dulce sazón yo triste, estaua con la vna mano de la espada assida y sangre de la otra derramaua. El pecho mio de profunda herida sentia llagado y la siniestra mano estaua por mil partes rompida. Pero el contento fue tan soberano q. a mi alma llegó viendo vençido el Crudo pueblo infiel por el christiano... «Se trata de una copia caligráfica de la época —subraya José Luis Gonzalo—, ordenada realizar por don Antonio de Toledo, un caballero de San Juan, amigo íntimo de Vázquez, quien compartió cautiverio con Cervantes en Argel en 1577. El original autógrafo se ha perdido posiblemente porque Toledo consideró que el poema que le había dado aquel poeta cautivo, en mal papel y letra poco cuidada (de acuerdo con las circunstancias en que se compuso) daría una mala impresión a Mateo Vázquez. Esto explicaría la errata inicial en el apellido “Ceruante”». Está labrada en tinta negra, sobre 9 páginas de papel, de 21,4 cm. de alto y 15,4 de ancho.

Es una copia caligráfica de la época hallada en la Biblioteca Zabálburu

La «Epístola» se creía fugada desde hace 148 años, como los cuatro intentos de la saga/fuga de Cervantes, dos por tierra y dos por mar (1576-79): al ser abandonado por un guía moro; por delación, Cervantes se declara único responsable y es encerrado en el baño del Rey de Argel, Hasán Bajá; en el tecero, Cervantes fue molido a palos: dos mil le propinaron, y en el cuarto, también delatado.

Cuando llegué vençido y vi la tierra tan nombrada en el mundo q. en su seno tantos Piratas cubre, acoge, y çierra No pude al llanto detener el freno que a mi despecho sin saber lo que era me vi el marchito rostro de agua lleno... Los primeros noventa versos de la carta de Cervantes al secretario Mateo Vázquez de Leca se deben leer como una recreación poética de los vínculos amistosos que existieron entre ambos desde 1565 hasta 1573: no sólo veladas referencias a sus primeros encuentros juveniles en Alcalá de Henares y en Madrid, sino también un largo discurso glosando la extraordinaria noticia de que Vázquez hubiera sido escogido por Felipe II como su secretario privado, algo de lo que Cervantes debió enterarse en Italia. Al final, Cervantes pide ser presentado ante Felipe II. El escritor hubo de esperar a 1580 para ser rescatado.

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