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La negociación con los talibanes abre el camino a la retirada de Afganistán

La paz en Afganistán depende en buena medida de las autoridades paquistaníes; los santuarios de los enemigos de la OTAN y de Karzai están en su lado de la frontera

AP

mikel ayestaran

“Hablar con el talibán no significa que se le vaya a entregar el gobierno. Se trata de romper el círculo de la violencia, acabar con la insurgencia y hacerles formar parte del sistema”. Imtiaz Gul, analista político y autor de “El lugar más peligroso” (libro sobre la vida en la frontera Af-Pak), sigue desde Islamabad el día de los contactos entre talibanes y gobierno afgano.

La paz en Afganistán depende de este diálogo , pero depende también de una forma muy importante de la implicación de las autoridades paquistaníes en el proceso ya que es en su lado de la frontera donde se encuentran los santuarios de los principales enemigos de la OTAN y de Karzai.

El diálogo ha comenzado “con el objetivo de lograr un acuerdo marco con los insurgentes. Hasta ahora se habían producido contactos para asuntos muy puntuales, pero ahora se busca algo más amplio”, opina el coordinador de proyectos en el Programa de Oriente Medio y del Mediterráneo del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITpax), Gabriel Reyes, que añade que “la estrategia de Karzai ha sido la ir abriendo las instituciones poco a poco a elementos del régimen anterior y este es un último paso para reenganchar a los que permanecen fuera”.

Al cumplirse el noveno aniversario de la guerra es inevitable echar la vista atrás y fijarse en el final de anteriores intervenciones extranjeras. La última fue la invasión de la Unión Soviética “que terminó por medio del Proceso de Ginebra en el que representantes de la URSS y de los muyahidines negociaron a través de mediadores de las Naciones Unidas”, recuerda un antiguo diplomático soviético que hoy forma parte de una misión internacional en Kabul y que subraya que “la URSS nunca habló directamente con la insurgencia”.

Analizando el momento actual, este antiguo enviado del Kremlin piensa que “el diálogo es el único camino real para la estabilización del país. Un proceso de paz no significa un traspaso de poder a los talibanes, pero implicará que se les ceda parte de la autoridad. Lo más importante es que no se pierdan los logros constitucionales y a nivel de reconstrucción alcanzados en estos nueve años”.

Planes de retirada

Estados Unidos invadió Afganistán para acabar con Bin Laden y Al Qaeda. Nueve años después no sólo no ha logrado su objetivo sino que Bin Laden se ha convertido en un icono de la resistencia y Al Qaeda ha reforzado su presencia internacional golpeando con fuerza a intereses occidentales en todo el mundo. Una operación de seguridad se convirtió con el paso de los años en “un proyecto de construcción de un estado ya que se pensó que la reconstrucción traería seguridad, pero para esto se necesita algo que la comunidad internacional no tiene: tiempo”, lamenta Gabriel Reyes, que acaba de regresar del norte de Afganistán donde siguió las últimas elecciones parlamentarias.

En la actualidad el faraónico proyecto de la construcción del estado afgano “parece una especie de paréntesis”, según Reyes, en el origen de la operación de seguridad que podría culminar con la reintegración a la vida política de los elementos insurgentes que se oponen con las armas a la presencia extranjera. Unos elementos que, como gran parte de los actuales parlamentarios y antiguos comandantes de la yihad presentes en las instituciones, son temidos y odiados por una población civil que está siendo la gran víctima de sus excesos en las últimas tres décadas de conflicto que sufre Afganistán.

“Es imposible volver a empezar en Afganistán para Occidente. Han muerto demasiados afganos, demasiados afganos y no afganos se han unido a la insurgencia, demasiado dinero de donantes de Arabia Saudí y otros países musulmanes está financiando su lucha, demasiado dinero occidental ha sido robado o enviado al extranjero por amistades de Karzai, demasiados soldados de la OTAN han muerto, se ha presionado demasiado a Pakistán para llevarle al abismo pidiéndole que hiciera el trabajo sucio y se ha perdido demasiado tiempo en teorías de contrainsurgencia que buscaban evitar la muerte del enemigo y de los civiles que le apoyaban”, es la lista de excesos elaborada por Michael Scheuer, antiguo jefe del departamento de la CIA encargado de la persecución de Bin Laden, en un reciente artículo de The Diplomat en el que concluye que “lo único que se puede hacer es “planear la retirada”.

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