Suscribete a
ABC Premium

La segunda inmolación de Trini

Nacida políticamente al calor de González, la ministra ha sido dos veces conejillo de indias para Zapatero

La segunda inmolación de Trini ÁNGEL DE ANTONIO

MAYTE ALCARAZ

Es el lunes santo de 2009. Trini(dad) y José Luis se apellidan Jiménez y Zapatero. Ella es la hija de un magistrado y una trabajadora social metida a política por «culpa» de dos presidentes del Gobierno, uno de ellos está ahora al teléfono, José Luis Rodríguez Zapatero. El otro es Felipe González. La malagueña hija del primer magistrado de la Sala de lo Militar del TS y sobrina del ex fiscal anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, aquella que en abril de 2000 sentó por primera vez a la mesa de su casa del Paseo del Rey, en Madrid, a los dos jefes de gobierno socialista de la democracia recibía el único encargo de Zapatero con perfume a éxito, el Ministerio de Sanidad y Asuntos Sociales.

Un dulce que saborea a solas con «su chico», como ella le llama, el cámara de TVE, Miguel Ángel de la Fuente, antes de que Moncloa lo haga público. Sabe que tendrá que dejar su amada Secretaría de Estado de Política Iberoamericana, balneario en el que se refugia tras su primera inmolación por Zapatero seis años antes, cuando la condujo al cadalso de las municipales madrileñas. Ella cree que en el corredor de la muerte le espera Esperanza Aguirre pero el prestidigitador Aznar tiene otros planes en su cuaderno azul: a Javier Arenas las encuestas preelectorales no le salen y el invicto Gallardón parece un seguro de vida. Y Trini, la que nunca dice no al jefe, es derrotada por su primo lejano Alberto Ruiz-Gallardón (Jiménez). De aquellos lodos quedó una buena gestión al frente del grupo municipal socialista —cumplió y no se fue hasta tres años y medio después de la derrota— y una quizá injusta fama de «pija», bien nutrida por el uso en campaña de una cazadora de napa de 500 euros de la firma Javier Simorra.

En el hombro de González

En su primer bulevar de los sueños rotos, el grupo municipal del Ayuntamiento de Madrid, nadie recuerda ni un solo reproche de Trini al presidente que sacrificó su sonrisa por un puñado de votos. Acaso algún lamento en el hombro de su amigo Felipe González para el que trabajó como asesora internacional en 1997, cuando se separó de su marido, un diplomático con el que vivió en Camerún, Guinea e Israel. Luego llegaría a su vida Zapatero, el joven diputado leonés con el que forma una fecunda pandilla política —Nueva Vía—, que integran también Juan Fernando López Aguilar, Jordi Sevilla, José Blanco y Jesús Caldera. Ella no sospechaba siquiera que aquellos que merendaban en su casa de Rosales (Joaquín Leguina se burló en tertulias y pasillos de esos cruasanes) conformarían con los años un Consejo de Ministros del Reino de España.

De ese grupo, tan sólo Blanco saborea hoy las mieles del poder. A Trini, hasta su exitoso Ministerio de Sanidad se le acedó ayer después de su ¿último? sacrificio. Justo el día en que Tomás Gómez, su ex amigo Tomás, con el que se tomaba cañas en el Rastro, dio un sonoro bofetón al jefe de ambos en su cara de feminista convencida.

Porque en este cuento que Zapatero se ha empeñado en escribir en Madrid, Trini, aquella que presenció en directo el «¿por qué no te callas?» del Rey a Chávez, terminó sin comer las perdices que su jefe le prometió en forma de victoria sobre Esperanza Aguirre. Esta vez sí le esperaba ella.

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación