PECADOS CAPITALES
Serrano, la calle de ABC
La calle de Serrano ha sido para muchos el camino más directo a los sueños. Cuando ABC era el periódico de la calle de Serrano (o Serrano era la calle de ABC) la quinta avenida de Madrid todavía era hostil para los peatones, ávidos de ejercitar uno de los derechos más democráticos e igualitarios que tiene un ciudadano: pasear (gratis). Pero aun así, a los que entonces teníamos la cabeza llena de ilusiones (y el bolsillo de chuches) nos hechizaba la serpiente multicolor de sus tiendas, sus cafés, joyerías y bombonerías cuyos escaparates eran para una mocosa de coletas la constatación de que lo hermoso existe, aunque se muestre definitivamente inalcanzable. O como Serrat, el convencimiento de que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. El sentimiento de que aquellos destellos de lujo y glamour que deslumbraban tras el cristal eran dolorosos objetos de deseo se ha ido curando con la edad. También las aceras chicas, ajadas e infranqueables han necesitado un «lifting» que las ha convertido en quinceañeras de piel suave y lisa, como la chica de las chuches.
Ayer Serrano, entre María de Molina y Alcalá, fue un enorme interruptor de nuestros recuerdos infantiles, la oportunidad inesperada de cabalgar sobre el tiovivo de la memoria, venturosamente esponjada entre algodones de azúcar. Hoy Serrano parece la elegante galería Víctor Manuel de Milán coronada por una cúpula celeste pintada de otoño.
Hoy Serrano es una enorme urna electoral donde lo mismo se puede votar por el sofisticado partido de Dior que por el popular e igualitario de Zara. Modernizar Serrano nos ha permitido hacer un «peeling» al pasado para despojarle de las células muertas de nuestros fantasmas. Y eso que a Serrano, aunque le hayan hermoseado, le sigue faltando su cronista y vecino: la presencia poderosa y medular del periódico que le prestó el nombre. Con permiso del general Serrano.
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