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sted bucea en el corazón del mundo silente. ¿Qué es la diferencia?
—Karen. Una mamífera, bípeda, autista, que se relaciona y se identifica mucho con los atunes. Su problema es que por una larga tradición familiar se va a ver obligada a convertirlos en latas.
—¿Qué podemos hacer los seres humanos para no convertir en latas de atún lo que amamos?
—De lento aprendizaje, Karen tarda 13 años en solucionarlo. De eso trata la novela: ¿cómo relacionarse de otra manera: con los atunes o con la realidad?
—¿Cómo nos ven los seres autistas?
—¿A nosotros? Encerrados en una burbuja. Todos apretados, viviendo entre cosas que ellos crearon.
—¿Y nosotros a ellos?
—Yo los veo como un tesoro. Los autistas innovan.
—Y dicen siempre la verdad.
—He trabajado con gente autista y fui comprendiéndolos. Karen no sabe mentir, no puede, no tiene las conexiones neurológicas, por lo tanto no se preocupa de las cosas que no son; no tiene religión, ni filosofía, vive directa la realidad. Todo lo que sabe y lo que no sabe ella sabe que no lo sabe. Y el resto de humanos nos confundimos.
—Podrían gobernar este marasmo de mundo repleto de chiquilicuatres mediopensionistas, titiriteros de saldo, líderes destripaterrones...
—Que dicen saber lo que no saben...
—Y que mienten como bellacos.
—¡Vivimos en la fantasía!
—Los autistas, no. ¿Qué otras lecciones maestras nos enseñan seres tan maravillosos como Karen?
—A Karen, rapada, vaqueros, no le interesa el sexo. ¡Veinte años de mi vida se hubieran ahorrado!
—La maldad le es ajena.
—Karen no tiene malicia, pero cuando alguien le molesta, va, lo carga y lo tira al mar. Y le dice: «Quiero que desaparezcas». ¡Eso se lo envidio mucho!
—¿Le gustaría arrojar al mar a más de un@?
—Si no lo hago no es por timidez: es porque no los puedo cargar y tirar. A más de uno sí, créame.
—Su relato procede de una confesión. Confiese.
—A la gente que trata con «lo no humano» le ocurre que entra en una condición semejante al autismo. —¿Cómo es Isabelle, la otra mujer alegría que gracias a su tesón y cariño conseguirá que Karen, la niña salvaje de pelo engreñado, hable y escriba?
—Una persona con la sabiduría y las carencias de la cultura. Que ha vivido junto al mar muchos años y nunca ha oído más que treinta segundos al mar.
—¿Cómo es posible que no escuchara el mar?
—Expresa la deficiencia de nuestra cultura con respecto a lo «no humano»: estamos construidos para no captarlo. Tenemos que indagar la realidad con pruebas de laboratorio para saber que existe.
—¿La realidad se edifica con sueños?
—Es lo que me obsesiona: lo que nos separa de lo «no humano», y nos amaestra para estar encerrados en la burbuja humana. Tenemos que aprender mucho sobre las conductas de felicidad, cooperación y amor de los animales, como los monos bonobos, que no hacen otra que hacer el amor, saltar, cantar, reír... Son la especie más feliz del planeta. Según los zoólogos, el mono bonobo es el eslabón más cercano a nosotros, al ser humano.
—Somos animales (muchos irracionales), pues.
—Esa es la teoría central. Y que «lo animal es el mal» y que «construimos encima de ellos una cultura que nos hace pacíficos». ¡Es falso! En «lo otro animal» están las fuentes de una nueva moralidad.
—Descríbame un tipo de autismo.
—Cuando los niños se crían con una ausencia de afecto. Eso es autismo. Está sucediendo una mutación y creciendo, hoy, el número de autistas.
—Hay que comprenderles, amarles, siempre.
—Hay que apostar por los talentos de los autistas; no por sus incapacidades. Si se pasan ocho horas tocando el piano, ¡es un regalo! No hay que «normalizarlos», ni tratar de hacerlos uno más de la masa.
—
¿Autistas conocidos?
—Beethoven, Einstein, Darwin, Chaplin...
—Pero la incapacidad de relación lleva al drama.
—Gritan horas y horas, destrozan casas, relaciones. Hay que tener sumo cuidado con la medicación porque si el autista está sereno es posible que esté totalmente anestesiado. Es muy peligroso.
—¿El autista sabe desde cuándo lo es?
—Ellos pueden vivir toda una vida. Conozco gente adulta de más de cincuenta años que no ha sido diagnosticada como autista, y lo es.