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Gitanos de vacaciones

Día 20/09/2010
Con un pasaje de avión y 300 euros en el bolsillo —más 100 euros adicionales por cada churumbel—, los gitanos expulsados por Sarkozy han sido agraciados con unas vacaciones pagadas. Mucho intercambio de insultos y rasgar de vestiduras, pero nada va a impedir que, tras saludar a la familia, el pueblo romaní expulsado vuelva a instalar la tienda y su equipaje de conflictos donde les parezca más oportuno en una Europa sin fronteras. Todos los gobiernos lo saben, pero lo único que se les ocurre es procurar que la tribu errante se instale en el país vecino.
La bronca de Sarkozy con la Comisión Europea no ha sido por el fondo de la cuestión, sino por la eterna disputa de si Bruselas tiene competencias para regañar a los Estados y amenazarles con dejarles sin recreo. «Francia es un gran país... Ya no estamos en la escuela», se quejó Pierre Lellouche, secretario de Estado galo para Europa. No por el fuero, sino por el huevo. La Comisión Europea se sabe débil, casi en las últimas... y ha intentado revivir los gloriosos tiempos de Delors. Sólo que esta vez no está el gallo Delors para enseñar el espolón a los supergallos de los Estados. Y mientras unos y otros intercambian cuchilladas y lecciones de historia, los calés rumanos siguen errantes.
Rumanía nunca se portó muy bien con sus gitanos. En 1942, el general Antonescu deportó a unos 25.000 romaníes a campos de concentración en Transnistria (para reducir el número de robos), donde morían de frío. El comunista Ceaucescu los condenó a la marginación, sin educación ni trabajo. Y la democracia rumana de hoy les dio facilidades para distribuirse por Europa mientras se gastaba las ayudas comunitarias para su integración. No es de extrañar que, en esta trifulca, el gobierno rumano haya hecho ímprobos esfuerzos para adquirir el don de la invisibilidad.
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