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VISTO Y NO VISTO

EL CLAVO ARDIENDO

IGNACIO RUIZ QUINTANO

La Europa de Steiner está compuesta de cafés, que van del de Pessoa en Lisboa a los de los «gansters» de Isaak Bábel en Odesa.

El café es el club del espíritu y la «posterestante» (apartado de correos) de los «homeless».

No hay cafés en Moscú, que es ya un suburbio de Asia, y muy pocos en Inglaterra, superada una moda dieciochesca. Y a Inglaterra ha viajado Benedicto XVI, el último intelectual de Europa, con su don de explicar cosas difíciles.

Esto es muy sencillo —refiere Seewald que dijo una vez el Papa—; lo que en la Escritura se dice en 47 libros del Viejo y en 27 del Nuevo Testamento, se puede resumir en una frase: que Dios es Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

Nadie ha pensado Europa más ni mejor que Joseph Ratzinger, sin cansarse de repetir que la renuncia a la verdad no soluciona nada, sino que, por el contrario, lleva a una dictadura del relativismo, que es donde estamos.

Copado por farrucas minorías que se alimentan con la alfalfa del nuevo laborismo, el cristianismo es en Inglaterra «una excentricidad practicada por raritos», sin llegar a la imaginación ibérica, donde el periódico global en español, cuyos académicos escriben el nombre de Dios con minúscula, afea al Papa su viaje a donde «Tomás Moro fue condenado a muerte en 1535 por adjurar (sic) de la fe católica...».

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