Gitanos rumanos de ida y vuelta
El Gobierno francés alerta a Europa de la instauración de un «turismo de la miseria» procedente del Este
Francia alerta de la instauración en Europa del «turismo de la miseria», a través de una cadena endemoniada que acelera el éxodo de los europeos más pobres, comenzando por los gitanos del Este, que emigran para huir de la miseria, la segregación y la xenofobia en su propio país, para precipitarse en tierra extraña en la ilegalidad, la miseria, la delincuencia y la expulsión, para volver a empezar un día después el mismo vía crucis.
Bruno Amsellem, fotógrafo, que ha realizado cinco viajes con gitanos siguiéndolos desde Rumanía a la región de Lyon, describe el origen último de esa «cadena» de este modo: «Nunca imaginé que la situación de los gitanos fuese tan dura en Rumanía. En la región de Bihor (norte-oeste), los gitanos son rechazados por la población y son víctimas de discriminaciones. Bajo el régimen comunista de Ceaucescu, eran obligados a trabajar en granjas colectivas. Desde entonces, su situación se ha degradado: no tienen trabajo y luchan para comer todos los días. La emigración es una cuestión de supervivencia».
Tras el ingreso de Rumanía en la UE (2007), muchos nómadas y gitanos de Europa del Este decidieron emigrar, con sus caravanas, en familia o en grupos, para instalarse en los países más próximos culturalmente. Nadie les explicó que, en verdad, amparándose en una directiva europea de 2004, diez Estados miembros de la Unión —Bélgica, Alemania, Irlanda, Francia, Italia, Luxemburgo, Holanda, Austria, Reino Unido y Malta— habían limitado la libertad de instalación en su territorio de ciudadanos de otros países, recortando el derecho a la residencia a tres meses, si los rumanos o búlgaros (gitanos o no) no tienen contrato de trabajo, o unos recursos económicos verificables.
Sumidos en la ilegalidad
Huyendo de la miseria, la xenofobia y la exclusión en su patria, muchos gitanos rumanos y búlgaros se precipitaron en la ilegalidad, en Italia y Francia, instalándose en lugares públicos y privados, donde terminaron estallando los problemas.
En el caso francés, cuando los grupos de familias gitanas se instalaban en terrenos de propiedad privada, los propietarios reclamaban la expulsión. Cuando se instalaban en terrenos públicos, las alcaldías intentaban ignorar el problema, hasta que los problemas de higiene, convivencia y mendicidad generalizada se transformaban en un rosario de diarios conflictos.
Mientras las familias gitanas llevan menos de tres meses en Francia, expulsados de un pueblo se instalan en otro, o en la periferia de París y las grandes ciudades. Pobres, sin recursos, instalados más que provisionalmente en la proximidad de basureros o lugares insalubres, para intentar evitar la expulsión, las familias gitanas no han encontrado otro medio de subsistencia que la mendicidad en familia: padre, madre e hijos deambulando, sentados en las esquinas o colándose en el metro.
De esa mendicidad en familia a la delincuencia solo había un paso. En los últimos dieciocho meses, la delincuencia de «baja intensidad», protagonizada por rumanos instalados en las afueras de París, ha crecido en un 259 por ciento, mientras que la delincuencia en general lo hizo en un 11,9%. El titular de Interior, Brice Hortefeux, ha precisado estos días que, en esa misma región de París, de los 92.000 interrogados o detenidos en lo que va de año, 3.300 eran rumanos.
300 euros por persona
Ante tal realidad, el Gobierno tomó la decisión de las expulsiones de los extranjeros ilegales, acompañándola, en el caso de los gitanos rumanos, de 300 euros por ciudadano repatriado en avión. Concebida con carácter humanitario, la decisión de «pagar» por la expulsión tiene un efecto perverso. Una familia con varios hijos recibe una cantidad muy modesta, pero significativa para poder vivir algunas semanas en su patria. Transcurrido ese plazo, nada les impide volver a Francia u otro país europeo.
Francia recuerda que la Unión ha invertido en los últimos años unos 17.500 millones de euros para intentar solventarlos problemas de miseria, exclusión y xenofobia que sufren los gitanos, en sus respectivos países de origen. Los estados del Este, Rumanía y Bulgaria, entre otros, han recibido el dinero: pero el problema permanece intacto, alimentando el vía crucis del «turismo de la miseria».
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