Suscribete a
ABC Premium

El islam marca el 11-S más polémico

La división política de EE.UU., el proyecto de la «Cordoba House» y la campaña para quemar el Corán irrumpen en el noveno aniversario del atentado terrorista de Al Qaida

El islam marca el 11-S más polémico AP

Los neoyorquinos se distinguen fácilmente de los turistas. Caminan a buen paso, saben adonde van y evitan elevar la vista en admiración de su formidable escenario urbano. No es fácil interrumpir su decidida trayectoria matutina pero los que se dejan preguntar tienen claro que este aniversario del 11-S —el noveno desde que casi tres mil personas perdieran la vida en uno de los días más sangrientos de la historia de EE.UU.— es bastante diferente.

Las conmemoraciones de la tragedia ocurrida el 11 de septiembre del 2001 estaban enfilando hacia la rutina de las efemérides. Pero esta vez, el luto se mezcla con la polémica y el sentido de unidad solidaria se ha esfumado en un espinoso debate sobre la identidad nacional, libertad religiosa y agravios que abarcan desde la construcción de una nueva mezquita a dos manzanas de la Zona Cero a amenazas de quemar coranes. Ayer el pastor Terry Jones parecía haber desistió en su campaña por hacer una fogata con ejemplares del libro sagrado islámico.

Todo ello dentro de la significativa desconfianza que el islam inspira en la opinión pública americana, con prejuicios que recuerdan a los que en su día también sufrieron católicos y judíos al incorporarse al «casting» del sueño americano. Ahora, un país con 305 millones de habitantes parece tener más dudas que nunca sobre el encaje de sus estimados 2,5 millones de musulmanes y 1.900 mezquitas.

Encuestas inquietantes como la publicada en agosto por la revista «Time» apuntan que al menos un tercio de los estadounidenses considera que los musulmanes americanos no deberían llegar nunca a convertirse en jueces del Tribunal Supremo o sentarse en el Despacho Oval de la Casa Blanca. En el bajo Manhattan está claro que la idea de construir un centro islámico a la vuelta de la esquina de las destruidas Torres Gemelas resulta bastante inaceptable. Un empleado de una de las compañías financieras de la zona, lo explica tajante: «Es una bofetada para todas las víctimas del 11-S, para la ciudad de Nueva York y para el resto de este país».

Otra señora, contable, insiste en que se trata de un «gratuito peligro emocional». Mientras que el conserje de un edificio de oficinas, Kenny, reconoce que existe el derecho a construir el centro islámico «Park51» —tal y como han indicado el presidente Obama y el alcalde Bloomberg— pero también la obligación de «buscar voluntariamente otro lugar». Esta oposición es compartida por casi dos tercios de los neoyorquinos y del resto de EE.UU.

Sarah Palin, en acción

Los familiares de las víctimas del 11-S también se están quejando con llamativa amargura de que este aniversario les resulta especialmente doloroso por la creciente politización de su tragedia colectiva, que esta vez el calendario coloca a menos de dos meses de unas elecciones legislativas en las que el Partido Demócrata puede perder importantes cuotas de poder en Washington. Como ha dicho Donna O´Connor, que perdió a su hija en el World Trade Center, «ahora mismo, nos están rompiendo el corazón más que nunca».

Hoy la ex gobernadora Sarah Palin y el propagandista del «Tea Party» Glenn Beck tienen previsto una convocatoria en Alaska de «patriotas que nunca olvidarán» los ataques terroristas del 11-S, con entradas de hasta 200 dólares por cabeza que, en este caso, dan derecho a barra libre. Este montaje está en las antípodas del emocional respeto registrado hace nueve años.

Ahora se recuerda como algo casi increíble cuando en el primer aniversario del 11-S, el entonces gobernador de Nueva York, el republicano George Pataki, renunció a pronunciar un discurso propio por miedo a politizar las conmemoraciones y se limitó a releer las legendarias palabras que el presidente Lincoln pronunció en 1863 al inaugurar el cementerio para los muertos de la batalla de Gettysburgh.

En los anuncios políticos que empiezan a proliferar por televisión de cara a los comicios del 2 de noviembre, las gráficas imágenes del 11-S empiezan a repetirse con fines electorales tras un periodo de gracia agotado. En algunos casos, esa iconografía del terror se llega a utilizar como argumento contra candidatos que han respaldado el proyecto de la mezquita en la Zona Cero en aras de la libertad de culto que ha caracterizado a Estados Unidos desde su génesis.

Como evidencia uniformada de lo diferente que resulta este aniversario, el Departamento de Policía de Nueva York ha anunciado el despliegue de todo «un ejército» de agentes en torno a la Zona Cero. Pero su misión no será tanto evitar posibles atentados de Al Qaida sino separar a los manifestantes y grupos rivales esperados hoy en torno a la abandonada fábrica propuesta como sede de la nueva mezquita «Cordoba House».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación