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VUELTA A ESPAÑA

Mosquera, con el podio «entre ceja y ceja»

Fatalista, se descarta para ganar la Vuelta y ve como favorito a Antón, «de los pocos que están a la altura de Contador»

REUTERS

J.GÓMEZ PEÑA

En abril de este año, Ezequiel Mosquera miró el DNI. Tenía ya 34 años. Y por primera vez lo pensó: “Igual es que ya soy viejo”. No andaba en la Vuelta al País Vasco. Siempre rezagado. “Cuando te hacer mayor tienes que entrenarte más y correr más para ponerte en forma. Y yo no lo conseguía. Pensé que esto se había acabado. Llegué a desesperarme”.

Mosquera es gallego, de Teo , trabajó durante años en una aserradero cortando madera para hacer cajas de fruta y no llegó al pelotón español hasta casi los 30 años. Ahora es el quinto de la general en la Vuelta, pero ni eso le saca del pesimismo: “¿Ganar la Vuelta? Ufff. Yo no me monto películas. Lo que sí tengo entre ceja y ceja es un lugar en el podio... Sería la leche”.

Por la leche casi no es ciclista. Por eso y por ser gallego. En 2005 le llamó el equipo Kaiku para regresar del ciclismo portugués. Estaba ya todo atado, cuando el acuerdo se rompió : Kaiku, una firma vasca, no vendía leche en Galicia. No necesitaba un ciclista gallego, veterano y desconocido en España. Al final, Óscar Guerrero, director del Kaiku, convenció al patrón.

Mosquera lo valía. A Ezequiel no le salió rentable ser gallego hasta que fichó luego, en 2007, por el equipo de su comunidad, el Xacobeo-Galicia. Ahí ha corrido sus tres Vueltas: quinto en 2007, cuarto en 2008 y quinto en 2009. En esta edición todos los favoritos le miran. Saben de su poder en la montaña. Recuerdan su acelerón del miércoles en Pal. Este fin de semana la carrera se llena de montaña. De Mosquera.

“Tengo que sacarle tiempo a los contrarrelojistas, a Nibali, a Bruseghin, a Tondo, a Plaza, a Urán. En la contrarreloj de Peñafiel puedo perder entre dos o tres minutos”, supone. Su otro rival, Antón, es como él: un escalador que pena contra el crono. Ni eso alivia el fatalismo del gallego. “Ya dije antes de la Vuelta que Igor era mi favorito para ganar la Vuelta. Se le ve muy fuerte. Es de los pocos que puede estar a la altura de Contador en las cuestas”. Tan alto.

Mosquera siempre mira al resto desde abajo. Tiene un tono de voz entre triste e irónico. Es de esos tipos que enseguida caen bien. Cuando le preguntan por su pueblo, dice que es de Teo, a cinco kilómetros de Santiago de Compostela. “Justo al final del Camino”. Así se sintió en abril. Al borde del final, de la retirada. Pero reaccionó. Se reencontró. Su camino hacia el ciclismo siempre había sido cuesta arriba. Se dio una oportunidad más, pese a lo que decía el DNI . Recordó su inicio, de chaval en el aserradero. “Entraba a trabajar a las ocho de la mañana y salía a las siete de la tarde. Algunos se quedaban haciendo horas extra hasta las nueve. Yo pedí permiso para entrar a las diez y salir a la nueve de la noche. Con la bici estaba desde las siete de la mañana hasta las diez”.

De serrar en Teo a pedalear en el ciclismo de Portugal. “Entonces ni soñaba con correr la Vuelta”. De ahí le rescató el Kaiku. “Me vine de Portugal perdiendo dinero. Pero que le den por el saco al dinero; yo quería probar en el ciclismo español”. Probó y no falló. Siempre entre los primeros de cada carrera, incluida la Vuelta a España. Eso sí, sin el premio de una victoria de etapa. Otra vez el deje gallego: “Es que siempre le pego al palo”. Como en Pal, cuando justo al final le pasó Igor Antón. “Pino (director del Xacobeo) me decía que siguiera, que siguiera. Pero si llego a a saber que Antón venía cogiéndome , igual levanto un poco el pie y cojo aire para luego disputarle la etapa”, recuerda. El caso es que no pudo. Se ahogó solo. “Ese kilómetro final se me hizo pesadísimo”. Otro poste.

Hoy empiezan sus tres días. Y más si llueve. Es un ciclista de agua. Le aguardan los finales en Peña Cabarga, los Lagos de Covadonga y Cotobello. Mira los recorridos y arquéa las cejas. “Hombre, cualquiera de ellas es buena. No sé. A mí no me queda otra que atacar, como a ‘Purito’ o a Antón. Hay que distanciar a los contrarrelojistas”. Busca aliados para dinamitar la cordillera cantábrica. Y sueña con su primera victoria en la Vuelta. “Me da igual una que otra. A mi edad no me voy a poner ahora exquisito”. No se atreve a pensar más alto. El fatalista Mosquera apela al realismo: “Es que necesito sacar mucho tiempo antes de la crono, Me vale con una etapa y el podio. Ufff. Eso sería, sería..., la hostia”. Un taco al final del camino.

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