Mingote: «Madrid es como esa mujer sin la que no puedes vivir»
La Comunidad de Madrid otorga su Medalla de Oro al genio del humor gráfico

Este asteroide, que hace más de medio siglo aterrizó en Madrid procedente de la constelación «Trabaja Y No Pares» para cultivar un pequeño huerto a diario en ABC, fue reconocido ayer por la ciudad que él ha convertido en género literario. El Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid le concedía ayer a Antonio Mingote la Medalla de Oro, máxima distinción de la región. El Gabinete de Esperanza Aguirre reconoce así en Mingote su intensa actividad en el terreno del humor gráfico y su servicio leal y fiel a Madrid. Porque Madrid es para el genio del ingenio como la mujer sin la que «no puedes vivir».
Como no podría vivir sin el Parque del Retiro (del que Antonio Mingote es alcalde honorario): «Cada árbol es un dios», proclama. «Uno, modestamente, se ha ocupado mucho de Madrid, desde que llegué a ABC en el año 1953 y comencé a publicar un dibujo cada día». ¿Ya solo le falta la alcaldía, maestro?, le importunamos. Entonces, don Antonio nos templa como cuando, armado con un taco de billar, irrumpió en el Casino de Peralejo, donde jugaban a las cartas y al dominó unos lugareños, y al grito de «¡Atrás, follones!» los desalojó del recinto. Le dio quijotesca. Atrás follones políticos, pues: «La política me da repelús, pero no la desprecio».
Madrid está unido a su ABC del alma. Ingresar en su periódico fue para Mingote una emocionante peripecia. «Fui aceptado, y en estos cincuenta y siete años se ha establecido entre ABC y yo una ligazón sentimental más que laboral. Aquí he encontrado siempre comprensión, amistad y lo que es muy importante: libertad. Soy afortunado».
Madrid no se entiende sin Mingote, y viceversa. Este talento forjado en madera de boj sube cada mañana a su azotea, y con exquisita educación saluda a la parroquia: «¡Buenos días, gente!». En Madrid, Mingote disfruta la vida con la tierna timidez del niño que observa gamusinos mientras acude a misa de 12 cada domingo con la bendita paciencia del domador de fieras. Atado al duro banco del «Trabaja Y No Pares», don Antonio ha construido en Madrid un sublime humor, pánico de los tipos tristes, melancólicos, pendencieros, zascandiles, mequetrefes, lechuguinos, mojigatos, pudibundos, zangolotinos o insustanciales; su humor es un tributo a la independencia y al amor por la libertad, el auténtico bálsamo de fierabrás contra conjuros, exorcismos, encantamientos, demonios familiares, brujerías o maleficios. Los desheredados, los humildes, los ninguneados de la Historia, los hombres solos, que Mingote tributa cada día con su magistral trazo desde la genialidad del ingenio, anidan en Madrid. Y en la capital conoció a su orden, su guía, su amor, su compañera del alma: Isabel.
«Yo te admiro, hijo»
Y en Madrid, don Antonio ha visto cómo se apeaban del tren de la vida sus entrañables compañeros de viaje. «Primero fueron los fundadores de “La Codorniz”, aquella generación irrepetible, prodigiosa, que eran Mihura, Tono, López Rubio, Perdiguero, Neville, Herreros, Alfonso Sánchez, todos aquellos tipos extraordinarios, a los que admiro y quiero». Como Jardiel Poncela, de quien Mingote atesora una estampa maravillosa: «Fui a visitarle al café de La Elipa, y de repente va y me espeta: “Yo te admiro, hijo”. Aquello me dejó patidifuso. ¡Que Jardiel me admirara por unas chorradas que hacía en “La Codorniz”!... Era muy amable. Nuestra generación le debe todo a Ramón y a Picasso. Esos son nuestros padres, como Jardiel, ante los cuales nosotros somos los nietos. O los residuos, o los hierbajos...», dice este gran servidor de los madrileños.
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