La crisis de Zapatero

Pese a negarlo en reiteradas ocasiones, Rodríguez Zapatero acometerá en breve -cuestión de calendario- una nueva remodelación del Gobierno.

Enésima crisis que confirma el grado de zozobra de un Ejecutivo atrapado en su propia inconsistencia. Ya sabemos que saldrá del Gobierno Celestino Corbacho, el sufridor ministro de Trabajo que pasará a "reforzar" las listas del PSC en las próximas elecciones catalanas.

Abandona el potro de tortura para buscar nuevos horizontes en Cataluña, aunque las perspectivas electorales de su partido en esa Comunidad se tornan cada vez más negras. Zapatero mueve ficha y no es decartable que la salida de Corbacho provoque un efectó dominó de amplio espectro en un Gabinete hundido en términos de imagen y paralizado en la gestión.

La huida hacia adelante del presidente del Gobierno está provocando peligrosos daños colaterales. Más allá de la sensación de provisionalidad que viven los miembros del Ejecutivo, lo más nocivo es el hecho de que Zapatero configura Gobiernos pensando no en el interés general de España sino en función de intereses partidistas.

La torpe estrategia de «recorta y pega» de Zapatero, que nombra y quita ministros con criterios puramente electorales, amenaza con distorsionar la acción ejecutiva de un Gabinete sometido a los movimientos espasmódicos de Ferraz.

La confección de listas electorales condiciona la propia lista del Gobierno en una nada gratificante estrategia de puerta giratoria que puede tener efectos perversos para un país rehén de los cálculos de Zapatero.

En vísperas de la huelga general, las primarias socialistas de Madrid pueden triturar no a Trinidad Jiménez, sino a su mentor, porque será Zapatero el gran derrotado de una supuesta victoria de Tomás Gómez. Inmersos en la crisis económica, la crisis de Gobierno es el reflejo de la crisis que encarna la figura de su presidente. Y es que con Zapatero todo es susceptible de empeorar.