Un paso adelante y dos atrás
Los talibanes demuestran su capacidad de infiltración tras los primeros progresos de la «afganización» en Qala-i-Naw

Un paso adelante y dos atrás. La misión de las tropas españolas en Afganistán ha tenido en cuatro días su mejor y su peor hito del último año. El pasado domingo, un grupo de 25 insurgentes entregaba sus armas en la recién estrenada base de Qala-i-Naw ; pero ayer miércoles por la mañana el contingente sufría otras tres bajas mortales, las primeras dentro de un acuartelamiento bajo su control —en el que se acantonaban nuestras fuerzas hasta hace un año—, y por un procedimiento hasta el momento desconocido en la provincia de Badghis, que es la asignada por la OTAN a España y donde los talibanes tenían, por ahora, menos presencia.
Otro hecho sin precedentes es la reacción posterior de la población local, con cientos de manifestantes cercando el cuartel situado dentro de la ciudad, cuando las relaciones de las tropas españolas con los afganos han sido tradicionalmente buenas. Los españoles presumían de ser los aliados mejor acogidos por los ciudadanos del país asiático.
Los talibanes habían infiltrado en la policía local a uno de sus terroristas y, además, intentaron después una especie de sublevación contra las autoridades del gobierno de Karzai y el contingente español que no llegó a consumarse, probablemente porque los disparos disuasorios no provocaron muertos. El gobernador de la provincia se lo explicó por teléfono a la Ministra de Defensa, Carme Chacón, además de pedirle que trasmitiera sus condolencias a los familiares de los guardias civiles que habían muerto «al servicio de los afganos».
Pero el ataque no deja de ser una demostración de una influencia desconocida. Es el mismo procedimiento y el mismo tipo de ataque — un suicida que se lía tiros contra las unidades de formación de policías locales a cargo de tropas de la OTAN— que sí sufrían estadounidenses y británicos en las provincias bajo su tutela en el sur del país, que son los tradicionales feudos de la insurgencia.
Los progresos en la llamada «afganización» —la
entrega de la responsabilidad de la seguridad a las autoridades, ejército y policías locales— empezaban a ser evidentes en Badghis. También por el mayor despliegue de fuerzas que el Gobierno español decidió hace nueves meses a petición de Obama, lo que a su vez permitió a las tropas españolas salir de su base principal, incrementar las patrullas con el ejército afgano y establecer posiciones avanzadas —Sang Atesh o Muqur— para impedir que los talibanes ocuparan los principales nudos de comunicación.
La principal contribución española a la misión de Isaf es la formación de los policías y los militares afganos. Con tres unidades específicas para ello, tanto cerca de Herat como en Qala-i-Naw, nuestras tropas tienen el objetivo de instruir un total de 2.000 soldados este año, según explicó la ministra al anunciar el pasado diciembre el envío de otros 511 militares a Afganistán.
En Bagdhis las autoridades afganas habían empezado a conseguir que grupos de insurgentes entregaran sus armas y se «reinsertaran», en parte porque el despliegue español impedía sus actividades delictivas. En febrero el contingente había tenido su última baja.
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