«¡Perdí la cabeza, perdí la cabeza!»
El anciano homicida reconoció ante el juez que mató a la mujer tras una riña de tráfico. Los forenses no apreciaron que sufra problemas psiquiátricos

«¡Perdí la cabeza, perdí la cabeza..!». Así lo ha reconocido ante el juez el septuagenario que el pasado viernes descerrajó dos tiros que le costaron la vida a una mujer de mediana edad, durante una absurda y banal discusión de tráfico en el barrio de La Elipa de Ciudad Lineal. Se le imputan los delitos de homicidio, tentativa de homicidio y tenencia ilícita de armas.
Ángel Ortega Somolinos, de 76 años, quien se negó a declarar el sábado ante los agentes del Grupo X de la Brigada de Homicidios de la Policía Nacional, y mantuvo en todo momento una actitud fría y distante, salió de su mutismo ante el magistrado, al que respondió a sus preguntas por espacio de 45 minutos.
Así, ante el titular del Juzgado de Instrucción Número 51 de Madrid, admitió que él fue el autor de los dos disparos que mataron a María Luisa Santana Martínez, de 55 años. Tras considerarse culpable de los hechos que se le imputan y alegar que perdió la razón para explicar, de algún modo, su brutal acción, hizo un relato pormenorizado de lo ocurrido, según manifestaron a ABC fuentes cercanas al caso.
Reacción violenta
En este sentido, el presunto homicida indicó que, después de un incidente previo con la víctima y su marido motivado por una plaza de aparcamiento en la calle de Francisco Villaespesa, el Renault Mégane azul en el que viajaba la pareja se cruzó delante de su coche, un Ford Focus negro, por lo que casi colisionan a la altura del número 4 de la citada calle. Entonces, siempre según su relato, la mujer le increpó en reiteradas ocasiones además de golpear repetidamente el capó de su vehículo. Por ello, y, aunque hubo un momento en que pareció que la disputa había acabado, ante la repetición de los insultos y el comportamiento citado por parte de María Luisa, él reaccionó de manera violenta.
Hasta ahí su relato de los hechos en el transcurso de los cuales, y cuando solo había alcanzado a la víctima en el cuello, salió corriendo detrás de su marido, Ismael Laib, haciendo uso del arma de fuego que portaba —una Star de 9 milímetros—, sin llegar a alcanzarle. Por ello, regresó otra vez al lugar donde se encontraba la mujer que se desangraba en el suelo, a la que remató: la tiroteó a quemarropa en el pecho.
Al autor de los hechos se le imputan los delitos de homicidio, tentativa de homicidio y tenencia ilícita de armas, sin perjuicio de que, según avance la investigación, el Ministerio Público pueda atribuirle algún delito más, como el de homicidio con agravante, al no poderse defender la víctima, o los de omisión del deber de socorro y fuga.
En plenas facultades
A tenor de los hechos, el juez, a petición del fiscal, ordenó el ingreso en prisión provisional, comunicada y sin fianza, de Ángel Ortega, quien fue trasladado a Soto del Real, en donde permanecerá internado hasta que se celebre el juicio. Su régimen no variará a pesar de su avanzada edad, a no ser que su letrado acredite que padece alguna enfermedad física o psiquiátrica, en cuyo caso podría solicitar la suspensión cautelar de la pena, aseguraron a ABC fuentes jurídicas.
El Código Penal no establece un límite de edad para el cumplimiento de una condena ni tampoco ello es ningún impedimento para que se juzgue a nadie. Sin embargo, es frecuente que durante la fase de instrucción e, incluso, cuando la sentencia es ya firme, se alegue algún tipo de padecimiento. En estos casos es la instancia que corresponda —juez, junta de tratamiento...— la que establece restricciones en función de las circunstancias personales del sujeto.
No obstante, a tenor del examen que le practicaron al anciano homicida el domingo no parece que sea el caso. Los facultativos indicaron que no presentaba ningún tipo de enfermedad mental o trastorno psiquiátrico alguno y que en el momento que ocurrieron los hechos estaba en pleno uso de sus facultades volitivas y cognitivas.
Ahora, el titular del juzgado número 51 de Madrid, de guardia, se inhibirá en favor de su homólogo del 38, el que comenzó las diligencias.
Lo cierto es que Ángel Ortega Somolinos, el septuagenario solitario, frío, impasible y sin apenas relación con sus familiares, duerme ya en prisión. Nada que ver con los allegados de la fallecida, a la que cariñosamente llamaban Marisa, incapaces de asimilar aún la tragedia en la que se han visto inmersos desde el viernes. Ni su marido, Ismael, ni sus dos hijos, pueden entender lo ocurrido.
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