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tiger woods

El campeón se pliega al divocrio

Nueve meses después de la primera infidelidad, un juez ha declarado definitivamente roto el matrimonio del jugador de golf con la modelo sueca Elin Nordegren

reuters

anna grau

Nueve meses después del primer atisbo de infidelidad que llevó a destapar una verdadera maratón de adulterios, docenas de amantes en sólo seis años de matrimonio, la aventura de Tiger Woods ha acabado en divorcio. Un juez de Florida declaró este lunes rota para siempre su unión con la modelo sueca Elin Nordegren. Quedan dos hijos muy pequeños, cuya custodia compartirá Woods aunque pasen la mayor parte del tiempo con su madre, y queda la pregunta del millón de dólares: ¿sobrevivirá el mítico golfista, el deportista mejor pagado de todos los tiempos, a este escándalo?

Woods era de esos ídolos que parecen demasiado bonitos para ser verdad. Joven, atractivo y exótico, encarnaba la diversidad racial de América en la versión que más gusta a todo el mundo: cuando la parte dura de la inmigración ya hace generaciones que quedó atrás, y la mezcla está más que bendecida por el éxito. Tiger Woods lleva en sus venas sangre negra, china, india americana, tailandesa y holandesa. Encima fue niño prodigio y es budista.

«Obviamente me he apartado de las enseñanzas del budismo», tuvo que reconocer en una rueda de prensa convocada para reconocer en público que había sido masivamente infiel a su esposa. Tuvo que ser una admisión muy bochornosa para alguien acostumbrado a caminar por el techo del mundo. En tan duro trance le acompañó su madre, pero ya no su mujer, aunque en aquel momento se supone que todavía estaban muy lejos del divorcio. Hasta nueve meses ha tardado la despechada sueca en decidirse.

Durante estos nueve meses ha pasado de todo: desde que Adidas, máximo competidor de Nike, uno de los pocos macroespónsors que le quedan a Woods, jugueteara a su vez con ofrecer contratos a la esposa engañada, hasta que Woods se sometiera a terapia intensiva contra la adicción sexual, se supone que para salvar su matrimonio.

Como suele suceder en estos casos, el público se ha quedado atónito ante la catadura de las amantes (camareras y modelos de baja estofa, algunas de las cuales no vacilaron en sacar a Woods fotos desnudo con ánimo lucrativo) de quien tenía en casa a una esposa admirada y envidiada por todos. Claro que los expertos ya advierten que en este tipo de adulterios masivos no cuenta tanto la atracción de la presa como la de la misma caza. La atracción del peligro.

¿Lo hizo porque creía que al ser un deportista de tanto éxito, una verdadera estrella, a quien el mismo Obama invitaba a la Casa Blanca para darle lecciones de golf, se lo podía permitir todo? Craso error para alguien que tanto o más dinero que con los torneos ha ganado con la publicidad. Es decir, con el activo de una imagen pública intachable.

¿Saldrá de esta? Lo poco que de momento se sabe del acuerdo de divorcio da a entender que Woods no se rinde: se rumorea que su esposa sacará más dinero gracias a una cláusula de confidencialidad. Puede ser el primer paso de una autoreconstrucción durísima pero que no sería la primera. Woods ya conoció una resurrección espectacular después de la depresión en que en 2006 le sumió la muerte de su padre.

Claro que aquel era un dolor con el que todo el mundo simpatizaba, a diferencia de lo que pasa ahora. En el escueto comunicado dado a conocer por los ya divorciados, estos expresan «tristeza» por el mal final de su matrimonio y piden «privacidad y respeto» para ajustarse a la nueva situación familiar. Para ello ponen por delante a sus dos hijos de tres y dos años, cuya felicidad seguirá siendo «prioritaria» para ellos.

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