La maldición de ser un Izquierdo
Asesinatos, muertes misteriosas, suicidios y locura formaron parte de su álbum de familia

Como si se tratara de una de esas epopeyas griegas protagonizada por una familia que se hunde en la tragedia, la historia de los Izquierdo también se ha ganado la memoria de un pueblo. Los lindes de unas tierras y su explotación fueron el origen de su odio encarnado con otra familia, los Cabanillas. Unos, apodados los «Pataspelás», y otros, los «Amadeos», protagonizaron una trama de intrigas que mantuvo en vilo a Puerto Hurraco durante más de treinta años.
Por esas tierras en pugna, Jerónimo Izquierdo, el mayor de los hermanos, apuñaló hasta la muerte a Amadeo Cabanillas en 1961. Algunos señalan que el motivo verdadero fue «salvar» el honor de una de sus hermanas, que había tenido un romance fallido con la víctima. A Jerónimo lo condenaron a catorce años mientras que sus hermanos —Emilio, Antonio, Ángela y Luciana— fueron expulsados del pueblo. Marcharon a Monterrubio de la Serena, donde compraron una casa y arrendaron un terreno para sus ovejas.
Seis años antes de la matanza del 26 de agosto de 1990, un misterioso incendio consumió la casa de Puerto Hurraco donde vivía la matriarca de la familia, Isabel Izquierdo. En el siniestro, la mujer pereció carbonizada y las sospechas de una venganza de los Cabanillas se instaló en la mente de los «Pataspelás». Tras cumplir condena, Jerónimo intentó matar a otro de los «Amadeo» para vengar a su madre, por lo que fue ingresado en el Psiquiátrico de Mérida el 8 de agosto de 1986. Nueve días después murió a causa de un infarto. Sus hermanas exigieron que se practicara la autopsia.
«No estaban bien», siguen diciendo en Monterrubio. «Las hermanas eran más sombrías. Siempre iban de luto, hablando sólo entre ellas», señala un vecino, que recuerda las numerosas veces que las Izquierdo se presentaban en el cuartel de la Guardia Civil y gritaban «¡asesinos!» a los agentes, a los que acusaban de cómplices de la muerte de su hermano. Por esos insultos a la autoridad, Ángela y Luciana fueron ingresadas durante un par de meses de 1988 en el mismo hospital donde murió Jerónimo. «Fueron ellas las que inculcaron a su hermanos la idea de la matanza».
Tras la matanza Emilio y Antonio pasaron los primeros cuatro años de prisión en Córdoba y luego fueron llevados a Almería y Badajoz. Sus hermanas fueron reingresadas en un psiquiátrico, donde murieron en 2005. En diciembre de 2006, un funcionario de la cárcel encontró el cadáver de Emilio, el menor, quien sufría problemas de corazón. Antonio Izquierdo se ahorcó en su celda en abril de 2010. Con él desapareció el último de una saga maldita.
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