Por debajo de la manta
El pacto entre «manteros» y los consistorios de El Vendrell y Calafell les ha situado en el punto de mira. Los «top manta» subsaharianos no suelen estar supeditados a mafias. Compran en los «almacenes chinos» y revenden

Faltan diez minutos para las dos de la tarde y la presencia policial es escasa en la parte central del Passeig de Gràcia. Es la coyuntura que aprovechan Mustafá y sus compañeros para desplegar rápidamente sus mantas y colocar sobre ellas una amplia variedad de productos. Falsificaciones de bolsos, gafas y cinturones de las principales marcas de alta costura captan la atención de turistas y transeúntes. Si existe interés en la compra, el regateo suele ser muy breve. «Mejor ganar 4 ó 5 euros por cada bolso antes que se lo quede la policía», explica Mustafá, un mantero senegalés de 27 años que ha accedido a explicar a ABC los entresijos del negocio.
El polémico pacto alcanzado en El Vendrell y Calafell para trasladar fuera del centro a los vendedores ambulantes es simplemente un parche para un problema que afecta a la mayoría de destinos turísticos catalanes y no entra a cuestionar qué se vende en las mantas, si existen mafias organizadas detrás, ni tampoco aborda la búsqueda de soluciones para erradicar esta práctica ilegal.
Mustafá conoce de primera mano todos los secretos de la manta. Este marinero de la norteña ciudad de Sant Louis llegó en cayuco a la costa canaria hace cinco años y posteriormente fue trasladado a la Península al no existir entonces un acuerdo de repatriación entre España y Senegal. Desde su llegada a Barcelona, Mustafá ha substituido la red por la manta y las doradas por los bolsos Dolce & Gabbana falsificados. «Nosotros vamos por libre y no dependemos de ninguna mafia», cuenta el «mantero» para desmitificar una creencia muy extendida. En este sentido, admite que «existen mafias chinas y paquistaníes que controlan la manta de relojes falsificados y CD pirata, pero nosotros compramos los productos directamente en los almacenes chinos».
Mustafá y sus compañeros de manta acuden una o dos veces por semana a los comercios chinos de la calle Trafalgar o a los almacenes chinos de Badalona y Santa Coloma de Gramenet para
abastecerse de mercancía. Aunque cada «mantero» trabaja por su cuenta, compran conjuntamente para obtener mejores precios. «Compramos lo que más se vende en la calle. Si veo que la gente pide bolsos DKNY de color azul, eso es lo que más compro». Es evidente que las tendencias y la moda también influyen en los productos que se exponen en el «top manta».
Pero los comerciantes chinos no venden a los chicos subsaharianos gafas y bolsos falsificados. Para evitarse problemas legales venden por separado el producto sin marca y una especie de pegatinas o parches con los diferentes logotipos. «Un bolso cuesta seis euros, unas gafas de sol tres y la pegatina con el logotipo de la marca 60 céntimos. Después nosotros acabamos de montar los bolsos y las gafas en casa», explica Mustafá.
Cada «mantero» suele gastarse entre 80 y 100 euros cada vez que acude a los comercios chinos. Su «manta de la compra» suele contener principalmente bolsos, cinturones y gafas de sol que luego convertirán en falsificaciones de las principales marcas de alta costura. Según Mustafá «DKNY, Gucci, Dolce & Gabbana y Ray Ban», son las que más se venden. El precio de venta de un bolso falsificado puede oscilar entre los 20 y los 30 euros —un importe siete u ocho veces menor que el original —, lo que significa que los «manteros» pueden ganar entre 10 y 15 Euros en cada transacción. Pero ante el aumento de las actuaciones policiales, Mustafá recalca que si un cliente aprieta mucho en el regateo es preferible dejárselo al precio que pide. En este sentido recuerda, que antes «podíamos ganar entre 30 y 40 euros cada día, ahora el beneficio es mucho menor».
Crisis: más «manteros» La gran mayoría de vendedores ambulantes subsaharianos de productos falsificados suele ser de Senegal, Gambia y Guinea-Conakry. Cuando llegaron a la Ciudad Condal muchos de ellos comenzaron a recorrer las obras en búsqueda de cobre y chatarra que
después vendían al peso. Con la llegada de la crisis económica en 2008 y la consecuente bajada de la construcción, muchos de ellos vieron en el negocio de la manta una salida a su precaria situación económica.
Mustafá, que comparte con otros compatriotas un humilde y viejo piso en el Poblenou, sale cada mañana con la manta a cuestas para probar fortuna en las zonas de la ciudad con mayor presencia turística. La Barceloneta, plaza Cataluña, Passeig de Gràcia y la Sagrada Familia son las zonas que más suelen frecuentar. Siempre aprovechan las horas de menor actividad policial como el mediodía para desplegar sus mantas. Si advierten la presencia de los cuerpos de seguridad, huyen y se desplazan hacia otro de los puntos turísticos anteriormente indicados.
La complejidad del fenómeno «top manta» y la dificultad de erradicarlo totalmente, hace que la búsqueda de una solución que contente a todas las partes implicadas sea complicada.
Cumbre con Saura Después que el alcalde de El Vendrell, Benet Jané, asegurase que su municipio no puede hacer frente a este fenómeno, ya que no tiene recursos policiales ni económicos, y cargase duramente contra la Generalitat y el Gobierno, el conseller de Interior, Joan Saura, ha accedido a convocar una reunión la próxima semana en Barcelona, —en día aún por confirmar—, con todos los agentes afectados: comerciantes, inmigrantes, administraciones... A falta del acuerdo que puedan alcanzar los citados, de momento una de las soluciones aplicadas, además de la policial, apunta al comprador de pie, de calle, al que se multa por contribuir a un comercio ilegal.
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