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Todos somos educadores

PEDRO NÚÑEZ MORGADES

Y lo somos con nuestros consejos, pero sobre todo con nuestros actos.

Pretendemos resolver algunos de nuestros grandes problemas, la violencia, el terrorismo, el consumo de drogas… exclusivamente con grandes Leyes que, en el mejor de los casos, podrán mitigar el daño causado. Pero no sé, en cambio, si somos capaces de percibir que, si queremos corregir de forma sostenida y eficaz estos problemas, evitando además que se reproduzcan, la solución la tenemos en la educación de nuestros hijos, en los valores de todos: tolerancia, solidaridad, sentido de la responsabilidad, igualdad de sexos, respeto a los demás, empatía…

Deberíamos darnos cuenta de que, si nuestras niñas y niños tienen interiorizados esos valores, tendrán una predisposición al bien y un rechazo natural al mal.

Y para transmitir esos valores, para predicar con el ejemplo, necesitamos disponer de uno de los bienes más escasos de nuestra sociedad: necesitamos TIEMPO. Más tiempo y una mejor distribución del que tenemos. Tiempo para disfrutar, tiempo para reflexionar, tiempo para conocernos y mejorar como personas pero, sobre todo, tiempo para dedicar a nuestros hijos.

Como mucha otra gente, disfruto viendo programas de televisión que narran la vida cotidiana de los pueblos. Y la principal ventaja que tienen las personas que en ellos habitan y por la que la gente de ciudad nos sentimos tentados es esa, disponen de tiempo.

En la sociedad actual se vive demasiado deprisa. A veces tan rápido que ni siquiera disfrutamos de los buenos momentos porque estamos pensando que pronto se acabarán.

En el trágico suceso que tuvo lugar en Casteldefells hay algo de esto. Aunque las circunstancias exactas que rodean al caso las determinan los tribunales, varios jóvenes atraviesan de manera arriesgada las vías para no tener que esperar la cola de gente que cruzaba por el lugar debido. Porque ganar unos minutos era fundamental para ellos. Esto lo podemos unir con el mal ejemplo. El primer joven que saltó a las vías no pensó en el pésimo y peligroso ejemplo que estaba dando a otros jóvenes que le imitaron.

Por las dimensiones, esta tragedia es única pero, al igual que muchas personas, soy testigo diario de cómo muchos adultos cruzamos en rojo los semáforos sin percatarnos de que, la posible proximidad de niños, puede hacer que imiten nuestra conducta con fatales consecuencias para ellos. Si en nuestra casa hablamos mal de los inmigrantes, de los profesores, descalificamos a los que no piensan como nosotros, etcétera, estaremos educando en negativo a nuestros hijos y, eso, quedará más interiorizado que todas las lecciones que les podamos dar. Una vez más no valdrá el «tú haz lo que te digo, pero no lo que yo hago». Por tanto, creo que debemos reflexionar sobre nuestra capacidad como personas individuales para aportar cosas que contribuyan a mejorar la sociedad global. Hoy, los pecados son más de omisión que de obra. Nuestra sociedad día a día se materializa, se individualiza y se deshumaniza. No lo permitamos. Pensemos en ello y procuremos que los demás lo hagan. Paremos el deterioro por nosotros, pero sobre todo por nuestros hijos. Contribuir, aportando nuestro pequeño grano de arena, a mejorar este manifiestamente mejorable mundo en el que vivimos, debe ser un objetivo colectivo e individual de todos nosotros. Todos podemos hacer más por nuestra sociedad, y todos deberíamos ser conscientes de la influencia de nuestros actos para muchos colectivos próximos a nosotros.

La sociedad, nuestra vida, será lo que cada uno de nosotros queramos que sea. Los cambios en la sociedad no solo los dirigen los poderosos, sino cada uno de nosotros con nuestros actos cotidianos. Cada día es la suma de pequeñas cosas hechas por todos y, sería muy positivo, que fuésemos conscientes de nuestra capacidad para beneficiar o perjudicar a los demás sin apenas esfuerzo.

Saludar, sonreír, dar las gracias, ofrecerte, ceder tu preferencia, no hablar mal de todo y de todos… es decir, el percatarnos de la importancia de nuestro ejemplo.

Decía Sócrates que «el aprendizaje con la teoría es lento, pero que con el ejemplo es inmediato» y eso vale para cada escena diaria. Y no es necesario dedicarle mucho de nuestro escaso tiempo...

Pedro Núñez Morgades es concejal del Menor y la Familia en Las Rozas

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