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ABC Cultural

los mercenarios

Coletazos anabolizantes

Sylvester Stallone dirige e interpreta «Los mercenarios»

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j.m. cuéllar

Es verdad, suena a último coletazo de peces con más arrugas que un plano del tesoro de Jack Sparrow. Todos los tipos duros reunidos en la vejez, repletos de botox, anabolizantes, cicatrices de guerra y, sobre todo, repletos de años, muchos años. Stallone se asoma al abismo del abandono y reclama a sus amigos para un penúltimo trabajo. Han acudido todos: Statham, Li, Lundgren, Rourke, Willis. Hasta Schwarzenegger se ha apuntado en un cameo junto a Bruce y Sylvester que es para la historia de… la comedia.

Mercenarios: vean el cartel anunciante y ya saben a lo que se van a «enfrentar». Justo lo que esperan, con un toque de mayor violencia en las roturas de miembros gracias a la herencia de «300». Es cierto, se ve lento a Stallone pero luego le miras el carné y apuntas: 64 años. Entonces resulta rápido para la silla de ruedas en la que tenía que estar. No hay nada que ver aquí más que guantazos por doquier. De la espiral de bofetadas se salva un estupendo monólogo de Rourke sobre el alma perdida que, eso sí, te transporta a una ensalada de bofetadas aún mayor.

Y no busquen más. A Stallone da pena verle la cara, totalmente deformada, como la de todos sus amigos, con botox hasta en las pestañas. Los más jóvenes, Stathan y Jet junto con Lundgren, salvan el tipo físico. Y el resto, ya saben, muchas palomitas para digerir tanto músculo ficticio.

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