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«Operación declive» en Méndez Álvaro

La Estación Sur es empleada cada día por 25.000 viajeros en un ambiente marcado por hurtos y peleas, pese a los esfuerzos de la concesionaria

jaime garcía

Interminables colas para obtener un billete; pasajeros que llegan apurados para irse de vacaciones; megafonía alertando sobre el cuidado de las pertenencias personales; tráfico masivo; congestión de maletas, y hasta una huelga del principal operador en los días clave de salida de vacaciones.

No se trata del aeropuerto de Barajas ni de Atocha. Es la Estación Sur de Autobuses, prácticamente el único centro de transportes de autobuses de largo recorrido de Madrid, que estos días bulle de viajeros. Un recinto que tiene una vida, paralela y propia, y donde lo que se mueve es mucho más que las ruedas de los autobuses.

Los primeros que aquí logran hacer su agosto son los descuideros. Pero no son los únicos que utilizan este centro de transportes como el lugar para robar maletas, sustraer un bolso o hacerse con algún monedero. Además, la Estación Sur sirve a muchos inmigrantes como residencia habitual, hace las veces de baño público para prostitutas de Méndez Álvaro, e incluso se ha convertido en punto de encuentro para mantener relaciones sexuales en sus baños. Y todo esto ocurre mientras 25.000 viajeros circulan diariamente y unos 1.000 autocares entran y salen del recinto repleto de usuarios.

Los trabajadores de las tiendas de la galería comercial de la estación son los que mejor conocen esta realidad. «Por aquí pasa de todo y ya conocemos quién va a robar o a hacer otro tipo de cosas», explica María, propietaria de un establecimiento de bebidas. «No suelen producirse atracos, porque hay mucha seguridad, pero sí muchos pequeños robos que atemorizan a los viajeros», explica la tendera.

La Brigada Móvil de la Policía Nacional, que cuenta con dependencias en la propia estación, es la encargada de vigilar éste y otros centros de transporte, como el Metro o Cercanías. Fuentes policiales confirman que la mayor parte de los delitos que se cometen en estos lugares son hurtos de mano de los carteristas.

Es en la zona de los andenes donde más robos se registran. Los cacos aprovechan la subida o bajada de viajeros de los autobuses para sustraer las maletas o bolsos que se encuentran en las bodegas de los vehículos. «Pillan lo primero que ven, luego lo abren y seguro que encuentran algo para revenderlo», explica un veterano chófer. «Nosotros tenemos orden de no abrir las puertas de la bodega hasta que no están debajo todos los viajeros», explica un conductor.

Pero los descuideros también actúan en la zona de espera o en la cafetería de la estación. «Llega un momento en que no puedes decirles nada, a pesar de que sabes perfectamente quiénes son», indica Carmen, camarera de un establecimiento. «Los de seguridad se los llevan por una puerta y ellos entran por la otra a los cinco minutos», explica. A pesar de la presencia policial, de los efectivos de seguridad privada y de las alertas de la megafonía de la estación, los cacos siguen a su ritmo.

Aunque lo que más preocupa a muchos viajeros es la situación de zonas, como los baños públicos. «Aquí se hace de todo», afirma una trabajadora del servicio de limpiezas. «A primera hora, algunas prostitutas vienen a lavarse como si esto fuera su casa», indica. De hecho, han llegado a utilizar los baños de los minusválidos como ducha. La mayoría ya están cerrados para evitar el uso incorrecto.

Incluso se han convertido en punto de encuentro para mantener relaciones entre todo tipo de ciudadanos y de condición, sobre todo entre homosexuales. «Lo peor de todo es que aquí vienes con tu hijo para ir al servicio y te encuentras con un panorama que da asco», explica Javier, quien va a partir de viaje hasta Valencia. De hecho, en los baños suelen producirse numerosas discusiones entre viajeros indignados y los particulares «usuarios» de estos lugares.

Encuentro de inmigrantes

La estación sirve como punto de encuentro para multitud de inmigrantes que llegan a Méndez Álvaro. Grupos de magrebíes y rumanos se conocen a la perfección las instalaciones porque muchos «viven» aquí. Durante las cinco horas en que el recinto permanece cerrado (de 01.00 a 05.30 horas), utilizan los jardines cercanos para dormir. «En invierno se nota mucho más, porque vienen a resguardarse del frío», dice un taquillero.

La convivencia de pasajeros esporádicos con residentes habituales suele hacer saltar «chispas» en cualquier momento. Las discusiones entre usuarios y «sin techo», e incluso entre los grupos de indigentes que hay en la estación, provocan peleas en las que, muchas veces, tienen que intervenir los servicios de seguridad privada o los policías de la estación.

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