Cuatro tarados y una diosa

Si fuésemos de los que nos dejamos llevar por la pasión esto iría así: dos estrellas por la película y una estrella más porque trabaja Jessica Biel. Así de claro. Porque no nos engañemos, el cincuenta por ciento de los mortales (los hombres) irá a ver la película porque está ella, que es una diosa bajada a terreno mortal. Sí, es verdad, suena a machista y todas esas cosas, pero ellas van a ver las películas porque está Brad Pitt y nadie les dice nada. Así que ahora toca aguantar.

Y es así: aparece Biel en escena y a uno se le va el hipo hasta el punto de que corta la respiración, un ahogo del que cuando uno se recupera lleva a odiar a Timberlake con todas nuestras fuerzas, por llevársela a Roma para ponerle el anillo y la celda consiguiente. ¿Y qué le vamos a hacer? Al fin y al cabo la belleza es también una forma de cine.

¿La película? Ah sí, más o menos lo de siempre. Un reflejo fiel de lo que fue la serie: jocosidad sobre las llamas sin llegar a la altura de Willis y un buen puñado de dólares en acciones contundentes con contenedores volando y explosiones por doquier. Con todo, nada iguala al incendio que se produce en la pantalla cuando aparece Jessica, si bien los demás mantienen el tipo con cierta solvencia pues conservan el encantador extravío de aquellos cuatro tarados que llenaron parte de nuestras vidas en algún momento.

De ellos, Neeson es probablemente el que dé menos el tipo: nunca fue irónico, gracioso o carismático. Buen actor sí, el resto no.