La copa genuina es efímera

Ganar un Mundial significa hacerse acreedor del reconocimiento como mejor equipo de fútbol del planeta durante cuatro años. Sin embargo, la Copa del Mundo de la FIFA, nombre con que se conoce al galardón que recibe el equipo ganador, no permanece en manos de los jugadores campeones más que unas horas, al menos en su versión genuina.

La FIFA lo deja claro, en el artículo 44.1. del Reglamento de la Copa Mundial de la FIFA Sudáfrica 2010 : "Un representante de la FIFA entregará al ganador de la Copa Mundial de la FIFA 2010 la presea del torneo (“el trofeo”), el cual seguirá siendo propiedad de la FIFA. El equipo ganador será galardonado con el trofeo durante una ceremonia que se celebrará inmediatamente después del silbato final, y devolverá el trofeo a la FIFA a petición de la Federación Internacional o antes de su partida del país anfitrión, lo que se suceda antes. En su lugar, el equipo ganador recibirá una réplica del trofeo".

En contra de la creencia habitual de que la selección campeona tiene derecho a disfrutar del trofeo original durante cuatro años, la FIFA limita ese privilegio al tiempo que dura la celebración en el estadio donde se haya disputado la final del Mundial en cuestión, antes de que la selección ganadora abandone el país anfitrión del torneo. Cuando se cierran los focos del lugar y los jugadores enfilan el camino de regreso a casa, lo que se llevan a cuestas es una réplica, calcada a la original, sí, pero réplica al fin y al cabo. Mientras, el máximo organismo internacional sella el trofeo bajo llave en alguna cámara de seguridad, probablemente en su sede en Zúrich, a la espera de que se celebre un nuevo Campeonato del Mundo.

El trofeo que Casillas recibió de manos de Joseph Blatter en el Soccer City de Johannesburgo mide 36,8 centímetros, pesa 6,175 kilos (5 de ellos de oro macizo) y cuenta con una base adornada por dos anillos de malaquita y en la que se inscriben los nombres de los equipos campeones (un espacio que, en principio, dará para escribir los nombres hasta el Mundial de 2038). En todo caso, desde luego no es ése el trofeo que brindaron a la afición los jugadores entrenados por Vicente del Bosque en el multitudinario recibimiento en Madrid. El que presidirá la Federación Española de Fútbol es sólo una imitación bañada en oro.

Esa Copa Mundial de la FIFA es el galardón para el campeón desde el Mundial de 1974, disputado en Alemania. Antes se entregaba otra copa que representaba a la diosa de la victoria, pero, al ganar Brasil su tercer mundial en 1970, le fue entregada en propiedad. Luego, en 1983, el trofeo fue robado y jamás apareció. Se cree que los amantes de lo ajeno lo fundieron. Aquel trofeo, bautizado como Jules Rimet en honor al que fuera presidente de la FIFA, vivió todo tipo de peripecias: mantenerse escondido bajo una cama en la Italia de la Segunda Guerra Mundial para que no cayera en manos nazis, ser robado y más tarde encontrado por un perro tras “desaparecer” antes del Mundial de Inglaterra 66 y, por supuesto, su desaparición final en forma de supuesta fundición.

Así pues, desde 1974 hasta 2010 se ha mantenido el actual trofeo, cuyo diseño corrió a cargo del escultor italiano Silvio Gazzaniga. El trofeo, el más anhelado por cualquier deportista del planeta, muestra las figuras de dos atletas con los brazos estirados y sus cuerpos retorcidos para sostener una gran bola del mundo, todo ello de oro macizo, metáfora del momento de la victoria. En contraste con su antecesor, este trofeo no puede ser ganado en propiedad, ni aunque una selección gane tres veces el campeonato como hizo Brasil con la copa Jules Rimet.