Cuando Pipilotti encontró a Miró

Calor infernal en la calle que contrasta con la frescura que emanan las obras de Pipilotti Rist en la Fundació Miró. La artista suiza ha transportado parte de su imaginario a la montaña de Montjuic y ha intentado descifrar su universo particular.

Desde mañana la Miró se convierte en un lugar de peregrinaje para todos aquellos que quieran ahuyentar los malos rollos y deleitarse con una buena dosis de positivismo. La relación de la videortista con este centro empezó hace un año cuando ganó el Premio Joan Miró. Desde entonces han trabajado en equipo hasta dar a luz la exposición «Partido amistoso-sentimientos electrónicos» de la cual la Fundación se quedará con dos de las piezas.

La primera es «Doble llum», una videoinstalación sin sonido con dos proyecciones sobre la escultura de bronce «Femme», que se quedará en la Fundación gracias a la donación del mecenas Han Nefkens. Y la otra es «Temps lliure», un bosque de palabras —en catalán y en inglés— que se proyectan a través de cortinas translúcidas con las que la artista «intenta limpiar el cerebro de los visitantes».

Esta experiencia positiva ofrece más sorpresas al público como «Sobre mi océano» de 1996, que consiste una proyección sobre dos paredes, que operan como macro pantallas, en las que se ve a a dos cuerpos buceando mientras suena la voz de la artista. Su imaginación lleva años dando a luz videoinstalaciones que han viajado por grandes centros de arte como el Pompidou o el MOMA. Ahora tenemos la oportunidad -hasta el 1 de noviembre- de acercarnos a su particular manera de ver la vida.

Ella defiende que su «feeling» con Miró radica en la forma de ver las cosas. «El artista catalán nos enseña a ver los objetos y las personas desde un punto de vista diferente, rompe los moldes estabelcidos... y yo también defiendo que hay muchas maneras de interpretar la boda». Pipilotti ha demostrado su júbilo ante este galardón y ante la oportunidad de mostrar sus fantasías en un entorno tan especial.