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Medidas salomónicas para esconder la crisis debajo de la alfombra

efe

JOSÉ ANTONIO NAVAS

Aliviado con el punto y final de la más que lamentable Presidencia Europea y después de recibir la palmadita en la espalda de toda la diplomacia comunitaria, el Gobierno ha vuelto por donde solía, obsesionado con esconder la crisis bajo la alfombra de un optimismo que ahora se presenta menos antropológico o más crítico que antes, pero tan irreal y pernicioso como siempre. El único fundamento de la nueva sonrisa zapateril se asienta en la simpleza expresada por Clinton cuando decía que el pesimismo no crea ningún puesto de trabajo. España va a necesitar bastante más para generar empleo y esto es algo en lo que coinciden incluso hasta la vicepresidenta Salgado y el ministro Corbacho.

La presunta responsable de la política económica y el supuesto titular de Trabajo se han esmerado en crear una ceremonia de la confusión sobre la inefable reconversión del mercado de trabajo. Ambos dirigentes han mostrado una especial incontinencia verbal con múltiples y contradictorias lecturas acerca del nuevo despido objetivo de 20 días, el futuro de la negociación colectiva o el destino fugaz de los célebres subsidios por desempleo. Al final lo único que se puede sacar en claro es la incertidumbre de un marco de relaciones laborales que, salvo mayor definición legislativa, sigue discurriendo como un río revuelto para ganancia de pescadores furtivos o aprovechados.

Zapatero no ha querido meter el diente a la reforma para que los trabajadores no le partan la boca con esa huelga de Gila convocada a finales de septiembre. Largo se lo fían al presidente sus amigos del sindicato, pero todo será que la bruma del otoño se demuestre más letal que el polen de la primavera para esa alergia patológica que padece el Gobierno ante la pandemia de una gripe recrudecida y que se anuncia para finales de año como la gran recesión.

Todo es susceptible de empeorar a poco que los ajustes económicos sigan dilatándose en aras de los intereses electoralistas. La máxima cervantina que defiende empezar las cosas para tenerlas medio acabadas tampoco sirve en estos momentos cruciales porque España ha perdido demasiado tiempo y la salida de la crisis se ha convertido en una carrera contrarreloj bajo la atenta vigilancia de los comisarios europeos. Tras el rapapolvo del 9 de mayo en Bruselas, Zapatero no ha tenido por menos que reconocer la prioridad de la lucha contra el déficit, una proclama para apaciguar a los vecinos de la Comunidad pero que deja mucho que desear si se observan las sorprendentes decisiones llevadas a cabo en los últimos días.

El llamado pacto de la luz es la prueba irrefutable de la aversión que siente el Gobierno cada vez que ha de enfrentarse con una decisión desagradable. Sebastián no ha tenido otra ocurrencia que encomendarse a Cristóbal Montoro para rectificar por enésima vez la política energética cuando ha comprobado que los precios de la energía y el incremento del IVA obligaban a elevar el recibo hasta un 10% a partir de este mes de julio. A Zapatero la camisa no le llegaba al cuello cuando le comunicaron la cifra y comoquiera que el presidente sólo tenía tiempo para preparar el G-20 de Toronto, lo único que se le ocurrió a los lumbreras de Moncloa fue echar un frenazo en seco a la subida prevista con la complicidad necesaria del Partido Popular.

Tras las bambalinas del singular acuerdo se esconden otros intereses, en especial los que afectan a las famosas renovables y no las no menos célebres primas que Sebastián quería recortar con alfanje y carácter retroactivo. Otro lío descomunal para Zapatero, presionado por el lobby enviado desde la mismísima Casa Blanca y que ha hecho ver al Gobierno la obligación de mantener al precio que sea sus compromisos con la multinacional Florida Power & Light, uno de los grandes inversores extranjeros en el mercado fotovoltaico. Dicho y deshecho porque el presidente ha dado instrucciones de paralizar el nuevo régimen especial que rebajaba las subvenciones con una medida salomónica que obligará a partir de cero en el gran debate de las energías verdes en España.

La incertidumbre en el mercado vuelve a ser generalizada porque además nadie sabe en estos momentos cómo se va a financiar la factura de los 18.000 millones de euros que el Estado tiene que pagar a las grandes compañías generadoras de electricidad. El déficit de tarifa mezclado con las primas de las renovables constituye un coctel explosivo para los Entrecanales , Galán , Borja Prado y Rafael Villaseca como principales actores de un sector que parecía a salvo del naufragio. Todo lo contrario, porque ahora vamos a ver el efecto que producen tan erráticas medidas energéticas en la cuenta de resultados de unas empresas secularmente denostadas por ganar mucho dinero. Zapatero ha decidido socializar la crisis para comprometer a todos en una solución que el Gobierno no está dispuesto a buscar por sí sólo. A este paso seguro que lo consigue.

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