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En el filo del amor

El matrimonio atraviesa tiempos de gran fragilidad. A veces el problema reside en aspectos tan cotidianos que solo un profesional puede detectarlo

LAURA DANIELE

Cuando sus socios le ofrecieron hace siete años hacerse cargo de una empresa inmobiliaria en Rumanía, Juan Fernández no pensó que aquella oportunidad laboral podía poner en peligro la paz familiar. Después de 20 años de matrimonio con Julia y dos hijos adolescentes, este empresario de 48 años comenzó a repartir su vida entre Madrid y el país del este. «Llegó a estar fuera de casa hasta cuatro meses. La relación se hizo difícil porque cuando venía no asumía su papel. Yo me sentía muy sola. Al final, el tiempo que estábamos juntos sobrevivíamos», recuerda Julia, quien de un día para otro tuvo que hacerse cargo de su hogar, además de seguir con su trabajo de funcionaria en la Biblioteca Nacional. El nivel de incomunicación alcanzó tal extremo, recuerda, que llegó a decirle a su marido: «Pareces el sofá de casa».

La presión y el descontento familiar generaba a su vez en Juan el efecto contrario al que reclamaba su familia. «Tenía miedo de estar en casa porque siempre me llevaba una bronca. En realidad, no podíamos dominar la relación, la relación nos dominaba a nosotros».

Un Centro de Orientación Familiar (COF) dependiente de la diócesis de Getafe les salvó de que su matrimonio acabara en uno de los 110.036 divorcios que se producen cada año en nuestro país. Los COF son una iniciativa de la Iglesia surgida en la década de los ochenta a raíz de la proliferación en los distintos países europeos de leyes a favor del divorcio. En ellos trabajan como voluntarios psicólogos, orientadores familiares, psicopedagogos, trabajadores sociales con el objetivo de dar apoyo y formación a las familias en situaciones de conflicto, con independencia de su religión o creencia. El primero fue fundado hace 30 años en León y hoy ya se cuenta con más de 80 en las distintas diócesis españolas. Muchos de ellos funcionan en las mismas parroquias o en los espacios que ceden las congregaciones religiosas y se trata de un servicio gratuito, que se sustenta con los donativos que voluntariamente ofrecen los beneficiarios.

Fragilidad conyugal

En el COF de Getafe, un especialista en psicoterapias breves ayudó a la familia Fernández a encontrar una salida razonable a sus conflictos. «Cuando mi mujer me propuso acudir a este centro, me pareció una buena idea porque si nosotros no podíamos resolver la situación, evidentemente necesitábamos ayuda».

El último informe del Instituto de Política Familiar, presentado en mayo de este año, revela datos poco halagüeños para la estabilidad familiar. De cada tres matrimonios que se forman se rompen dos; en su mayoría después de 20 años de convivencia. Sólo la crisis ha logrado frenar el crecimiento estrepitoso —desde la entrada en vigor de la ley del divorcio— de las rupturas familiares. En 2009, se redujeron concretamente en 18.500, lo que implicó una caída del 13,5%.

La médico Marta Pedrás, experta en psicoterapias breves y una de los 60 voluntarios que trabaja en el COF de Getafe, asegura que «la fragilidad conyugal es muy alta» y que «sigue dando un pudor horroroso reconocer que hay problemas en la pareja». Para evitar que la relación acabe en una ruptura segura, esta psicoterapeuta ofrece algunos consejos:

La pareja supone un intercambio

Lo primero que hay que saber es que en la pareja «no hay uno que da y otro que recibe sino que es un intercambio». Cuando se produce una descompensación es necesario ponerse manos a la obra y cooperar.

Actitudes de agradecimiento y perdón

Suele sucedernos —explica la especialista— que si en el metro alguien nos da con el codo y te pide perdón, tú dices: «No pasa nada», pero si esto ocurre en casa, exclamas: «Ya estás como siempre». Ante estos gestos recurrentes, Pedrás sugiere a los miembros de la pareja que intenten tratarse sabiendo que el otro es lo más importante. Para ello, es necesario «creérselo de verdad y aprender a dedicarse un tiempo especial».

Aprender a expresar los sentimientos

Esta psicoterapeuta apunta que es muy importante aprender a expresar a nuestra pareja cómo nos sentimos, hablándole en primera persona en lugar de acusarle con el «tú que no haces esto o no te ocupas de lo otro», ya que cuando la otra persona oye que el otro le habla de «tú» se pone inmediatamente a la defensiva.

Tomar el matrimonio como un punto de partida

Pedrás señala que es muy común pensar: «Ya está, ya nos hemos casado». Esto no es así. «Cuando una persona consigue un contrato de trabajo, todos los días se levanta, se prepara y va a hacer lo que tiene que hacer. En la vida laboral, como en el matrimonio —precisa— cada día tiene su afán».

No perder de vista el sentido del hogar

El hogar tiene sentido por las personas que lo integran. Por ello, esta psicoterapeuta incide en que «hay que volver al hogar para encontrarse con el otro y no para engancharse a la televisión o al ordenador». «Volver a las cosas y no a las personas pone en peligro la comunicación».

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