La odisea de una mañana sin Metro
Las personas se agolpaban en las paradas de los autobuses y asediaban a los chóferes

Esta mañana a más de uno le ha pillado de improvisto el cierre total de las líneas de Metro en Madrid, los sindicatos lo anunciaron a última hora y a muchos ya estaban desconectados de la información a estas horas. Así, esta mañana, al igual que la mayoría de los madrileños al llegar a la estación más cercana me he encontrado con el cierre echado. A las ocho, las calles de Moncloa ya se habían convertido en un hervidero de gente que preguntaba, sobre todo a los conductores de autobús, como llegar a su destino. “Perdone, ¿cómo llegó a María de Molina?”, “¿Y a Gran Vía?”, “Yo voy a Delicias, ¿que autobús tengo que tomar?”. Las personas se agolpaban en las paradas y asediaban a los chóferes con preguntas como estas. La mayoría de los usuarios de Metro no habían previsto una alternativa al cierre del subterráneo y no sabían como moverse por Madrid en autobús.
Colas interminables en el C1
Para llegar hasta Avenida América lo más rápido era coger la línea circular – el C1, concretamente -. Esta era la alternativa para la mayoría de los viajeros, ya que este autobús recorre la mitad de la ciudad, así las colas que se han formado en su dársena eran interminables. Decenas de personas se agolpaban para viajar en un autobús que ya llegaba abarrotado a Moncloa. Los viajeros, jugaban su particular tetris para intentar encajar al máximo dentro del vehículo. Pero aún así, la mayoría de los pasajeros veían pasar uno, dos y tres autocares antes de poder subirse.
Así, hemos sido muchos los que cansados de esperar autobuses abarrotados y de trayectos lentos hemos optado por coger el taxi. Pero parar coches blancos con la luz verde se ha convertido en toda una peripecia. Hoy, los taxis madrileños han hecho su agosto, todos ocupados. Más de media hora, andando por Moncloa y hasta Quevedo, he tardado para poder subirme a uno. El trayecto: más lento de lo normal para llegar hasta Arturo Soria. Al final, he conseguido llegar al destino. Eso sí, más de una hora tarde, como casi todos los madrileños.
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