LIBROS DE VINO Y ROSAS
«Ver a una mujer»
Annemarie Schwarzenbach. Traducción de María Esperanza Romero. Editorial Minúscula (Barcelona, 2010). 76 páginas. 8,50 euros

Fue una autora tan poco dada a esconder sus intimidades como Anaïs Nin la que dijo aquello de que «la única anormalidad es la incapacidad de amar». Annemarie Schwarzenbach , contemporánea de Nin aunque atropellada por la vida en una bicicleta mucho antes de que las líneas (aunque fuera literarias) de ambas pudieran siquiera llegar a cruzarse, describe con inusual belleza narrativa esa normalidad amorosa en «Ver a una mujer» , el último libro de la escritora suiza que la editorial Minúscula ha publicado.
El adjetivo inusual no es gratuito, pues he aquí un libro (manuscrito casi… apenas cuenta con 60 páginas) recuperado de un rincón del Archivo Suizo de Literatura, donde se encontraba catalogado como «fragmento sin título», por su sobrino nieto Alexis Schwarzenbach en enero de 2007 y en el que Annemarie abre su corazón como nunca antes lo había hecho.
Presa de un encuentro con una mujer tan fortuito como afortunado en un hotel de Saint Moritz, en el valle suizo de la Engadina, la autora sufre un éxtasis narrativo en el que las palabras fluyen encadenadas hasta describir la pasión sólo concebible (y comprensible) por aquell@s que han sido capaces de sentir el amor en el mero cruce de una mirada, en el breve lapso de tiempo de un segundo, pero sabiendo, como decía Luis Rosales , que «hay algo en el amor como una luz suicida y hay amores que duran algo menos que un beso, y besos que han durado algo más que una vida».
Besos mediante y con una vida segada por los caprichos del destino (la muerte siempre es caprichosa, pero cuando se trata de accidentes fortuitos es momento, más que nunca, de clamar al cielo en busca de respuestas a aquellas preguntas que, en realidad, nunca nos hicimos), Annemarie Schwarzenbach tuvo la osadía narrativa y vital de experimentar la lujuria frenética de un amor que tenía las horas contadas... con una mujer.
Invierno narrativo
El invierno en el que se desarrolla la acción del escrito parece poblar también la narrativa de este género y sólo obras como la de Schwarzenbach, de auténtico valor literario, logran disipar algo la niebla y derretir la nieve con el calor de una prosa tan deliciosamente ruborizada como la propia protagonista.
«Ver a una mujer, sólo por un segundo, sólo por el breve lapso de una mirada, para luego volver a perderla, en la oscuridad de un pasillo, tras una puerta que me está vedado abrir». Así comienza la autora su particular catarsis narrativa, siendo éste el primer libro en el que la protagonista de «Ella tan amada» (biografía de Schwarzenbach publicada por Anagrama) se atreve a abrir sin miedo al portazo de la opinión pública esa puerta.
Apenas una semana le basta para experimentar ese amor. «Su ausencia, es aflicción. Su posesión, herida», pero «en ningún sitio, salvo en el Paraíso, se encontrará un equivalente», en palabras de Emily Dickinson . En «Ver a una mujer» Annemarie describe esa aflicción, dibuja con sus palabras una posesión que el lector meramente intuye, pues de la evidencia al describir sus sentimientos la autora pasa a la sublime capacidad para proyectar la imaginación del lector (sea éste hombre o mujer, pues la universalidad en esta obra es tan reivindicable como necesaria) hacia ese «umbral de lo ignoto, esa frontera oscura y melancólica de la conciencia» en la que las protagonistas no tienen «más remedio» que encontrarse.
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