El rojo y la roja
El rojo que está al frente del Gobierno quiso esconderse detrás de la roja
«Ti pongas como ti pongas», que decía la clásica tertuliana, esta reforma laboral es un abaratamiento del despido. Y el rojo que está al frente del Gobierno y la ha liderado por orden de Europa quiso esconderse detrás de la roja, mismo día y misma hora, para presentarla a los españoles.
Muy lejos quedan los tiempos, octubre de 2005, en que Zapatero proclamara a una revista aquello de «¡Es que soy rojo! Nada me ha enseñado la derecha». Ahora, el rojo se ha tenido que hacer lo que él mismo llamaría neocon, tragarse las enseñanzas de la derecha y abaratar el despido. Con tanto miedo que se ha quedado en neocon a medias y lo ha abaratado en bastante menor medida que lo aconsejado por la derecha y por sus propios economistas de cámara. Y dejando la precisión sobre las causas objetivas del despido en la más completa imprecisión, en aquello de la situación «negativa» de las empresas.
¿Y cómo se demuestra exactamente eso de la situación negativa? insistieron los periodistas. Pues ya lo decidirá el juez, concluyó Corbacho, acorralado por la mala conciencia de su rojerío traicionado y por sus propios problemas de sintaxis. Quiso darle un broche final a su alegato y volvió a trabársele la lengua: «Esperamos que esto sea un instrumento para flexibilizar…hum…para flexibilizar la cuestión de las empresas…». Eran cerca de las quince treinta y De la Vega y Corbacho concluyeron aliviados la rueda de prensa esperando que la roja salvara al rojo del mal trago del día y de la legislatura.
Y llegó la roja y decepcionó tanto como el rojo. Ahora que el rojo ha abrazado con fervor el patriotismo. Estoy orgulloso de lo que han hecho los gobiernos anteriores por la credibilidad de España, y el rojo tuvo un lapsus en el Congreso, «seguramente, el que menos ha hecho es este Gobierno». Y, lo que es peor, la roja le remató el día con otro lapsus mucho mayor en Sudáfrica.
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