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La final del terror en el primer mundial de la historia

Día 19/10/2015 - 13.12h

La final del Mundial de 1930 entre Uruguay y Argentina generó tanta tensión que los aficionados tuvieron que ser cacheados para evitar las armas de fuego, en un partido en el que algunos jugadores llegaron a temer por sus vidas

«Recuerdo nítidamente aquella final que me marcó para siempre. Fue un partido durísimo que los uruguayos nos ganaron con prepotencia», contaba al diario ABC de Paraguay, hace un par de años, el ex futbolista argentino Francisco «Pancho» Varallo. La final a la que se refería era la disputada el 30 de julio de 1930 en Montevideo y «Pancho», a sus 100 años, tiene el honor de ser el único superviviente que jugó en el Mundial de Uruguay, el primer mundial de la historia.
ABC
La selección de fútbol de Uruguay campeona del Mundial de 1930

La final se celebró en el Estadio Centenario de Montevideo y fue presenciada por 90.000 espectadores (la crónica de ABC hablaba de 100.000). Con ese ambiente espectacular, el partido debería haber sido toda una fiesta del deporte, pero de fiesta no tuvo nada. El trono mundial del fútbol estaba en juego y aquello era la «guerra».

«Teníamos un buen equipo, creo que fuimos los mejores de ese campeonato –explicaba Varallo al diario argentino «Página 12»–. Pero desde el primer partido, contra Francia, el público local nos hizo la guerra. Nos insultaron, nos tiraban cosas, era terrible. Y cuando jugamos la final contra Uruguay todo fue para peor. Ese día, además, nos mataron a patadas».

Según las crónicas, los aficionados uruguayos estuvieron medrando la moral de los jugadores argentinos desde el principio del campeonato, ya fuera no dejándoles dormir por las noches o insultándoles durante los entrenamientos. Todos eran conscientes de que el título se decidiría entre ambas selecciones.

En la frontera,los hinchas argentinos fueron concienzudamente cacheados para evitar que entraran con armas blancas o de fuego en Uruguay

Su rivalidad se había ido fraguando en los últimos años a raíz de las dos medallas de oro obtenidas consecutivamente por los uruguayos en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928, la última precisamente contra los argentinos en la final.

El sorteo entre las trece selecciones invitadas (no hubo fase previa de clasificación) estuvo teledirigido para que Argentina y Uruguay no se enfrentarán hasta la final. Eran las claras favoritas y estaban a un nivel, física y técnicamente, superior al del resto de selecciones, como demostraron en las semifinales al vencer por 6-1 a sus rivales.

Más de 20.000 hinchas argentinos

Más de 20.000 hinchas argentinos cruzaron el Río de la Plata en barcos que hacían la travesía a Montevideo. En la frontera fueron concienzudamente cacheados para evitar que entraran con armas blancas o de fuego, dada la tensión que había generado el encuentro. En los graderíos se desató «el más tremendo histerismo colectivo que recuerda la historia», hasta tal punto que los jugadores argentinos llegaron a temer por sus vidas.

Muchos miles de personas se situaban frente a las pizarras de los diarios y escuchaban altavoces para seguir el partido

«El jugador argentino Monti debía jugar en su equipo como medio centro, pero se ha negado a jugar esta tarde debido a las pocas simpatías con que cuenta entre el público uruguayo», se leía en la información previa al encuentro, que finalmente se atrevería a jugar.

El partido había comenzó. «En las calles de Montevideo y en las de Buenos Aires, muchos miles de personas se situaban frente a las pizarras de los diarios y escuchaban altavoces, siguiendo así las incidencias de la lucha», aseguraba la agencia United Press.

Monti se derrumba

Tras los primeros 45 minutos –en los argentinos «jugaron con gran nerviosidad, fallando frecuentemente y permitiendo el dominio de los jugadores uruguayos»–, Monti se derrumbaba psicológicamente a causa de la dureza del rival y la agresividad en las gradas del mayoritario público uruguayo, temiendo incluso «por su vida». Cuenta Varallo que Monti estaba tan asustado que cuando un jugador uruguayo se caía corría a levantarlo del suelo.

El defensa central argentino Fernando Paternoster llegó a decir en el descaso: «Mejor que perdamos, si no aquí morimos todos»

El defensa central argentino Fernando Paternoster llegó a decir en el descaso: «Mejor que perdamos, si no aquí morimos todos».

La presión fue tal que los uruguayos terminaron ganando por 4–2, coronando a su selección como la primera campeona de un mundial de fútbol. Un título que volvería a repetir, por segunda y última vez, ante Brasil en 1950.

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