Con irán al fondo
Mientras que la atención mundial andaba distraída condenando a Israel por ejercer su derecho a defenderse, los líderes de Teherán debían estar frotándose las manos de alegría. Turquía volvía a pivotar claramente hacia Irán y su esfera de influencia. Quien hubiera tenido dudas, ya no las tiene: el reciente acuerdo con Brasil y Ankara sobre el enriquecimiento del uranio iraní no es más que un instrumento más de su ambición nuclear, no un medio de evitar su acceso a la bomba.
La flotilla de la provocación también ha oscurecido algo muy importante para la paz en la zona: el lunes se presentó ante el Consejo de Seguridad de la ONU el último informe de los inspectores de la Agencia Internacional de la energía Atómica de Viena. Sus conclusiones son alarmantes.
Primero, Irán sigue enriqueciendo uranio en cantidades superiores a lo previamente estimado; segundo, aunque Irán enviase 1.200 kilos a Turquía, aún retendría otro tanto que podría manipular a su antojo; tercero, Irán prosigue con la instalación de nuevas centrifugadoras que acortarían a pocos meses su capacidad de enriquecer del 20% al 90%, el necesario nivel militar para la bomba; cuarto, las contradicciones en las informaciones suministradas a los inspectores son tantas, que no cabe duda de que el actual programa tiene como objetivo la bomba atómica, no aplicaciones civiles.
Así, mientras medio mundo anda enloquecido demandando sanciones contra Israel, la comunidad internacional camina perezosa para sancionar a Irán.
La ONU, como siempre, llega tarde y mal. Es más, si tuviera alguna intención de apretar de verdad a Teherán, Irán podría recurrir a sus lacayos de Hizbolá y Hamas aprovechándose de la nueva ola antiisraelí, ganando más tiempo hasta legar a su bomba atómica. Y entonces, sabremos bien quiénes son nuestros enemigos de verdad.
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