Mourinhos para la política
VA a hacer falta un Mourinho, sí. Pero no sólo en el impaciente Real Madrid, que acaso también, sino en la entumecida política española, ausente de liderazgos sólidos y de compromisos valientes, huérfana de determinación y ayuna de audacia. Una política cuyo máximo responsable no tiene co...raje para salir a defender en público sus propias medidas el día en que se juega el puesto, y en la que la alternativa de poder la encarna un especialista en dejar pudrir los problemas. Una política en la que el tipo más valorado, Duran Lleida, es un profesional de la ambigüedad capaz de articular la más brillante de las críticas y a continuación respaldar con su voto al objeto de ellas. Una política dominada por la confusión, la doble moral, la incompetencia y la falta de método. Una política cobardona, contradictoria y mediocre.
Para rentabilizar mejor su costoso fichaje, Florentino Pérez debería emplear a Mourinho como profesor de coaching político. Llevarlo a la Moncloa para que le enseñase a Zapatero el manejo de equipos en crisis y le inyectase energía, convicción y capacidad resolutiva. Pasearlo por la calle de Génova a ver si contagiaba a Rajoy de seducción carismática y de espíritu ganador, e invitarlo a las Cortes para que hablase a los parlamentarios de la necesidad de comprometerse con la propia palabra. O convertir el concurrido e influyente palco del Bernabéu en una escuela de management donde el entrenador portugués explicase su reputada y victoriosa manera de plantar cara a los problemas, fortalecer las debilidades y crecerse ante los desafíos.
En circunstancias de zozobra colectiva se echan en falta líderes así en la dirigencia pública: bizarros, seguros de sí mismos, directos, aplomados. Gente motivadora, exigente y resolutiva, con objetivos claros y estrategias certeras, acostumbrada a fijar metas y convencida del valor del esfuerzo. A esos triunfadores de vocación se les puede perdonar incluso la arrogancia; lo que no tiene recibo es la soberbia injustificada de tanta medianía autocomplaciente, el aire agrandado que acompaña a tanto vulgar burócrata de partido. Nos hemos acostumbrado a un liderazgo trivial, escuálido, mortecino, victimista e inmaduro, que refleja el tono acomodaticio de una sociedad conformista y lo disfraza de liquidez posmoderna o de amabilidad democrática. Como si la democracia tuviese que ser débil, abandonada o derrotista.
Mourinho será un chulo y tendrá un ego como el Terreiro do Paço, y habrá que ver si su estilo categórico y tajante le conviene a un Madrid adormecido en el hedonismo preciosista de sus estrellas; pero representa en abstracto cualidades de fuerza moral que se añoran en el marco de una escena pública envuelta en el pesimismo, y a la que quizá unos cuantos mourinhos aportarían el imprescindible revulsivo contra el creciente dominio del abatimiento y la mediocridad.
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