«Familystrip», retrato de amor y muerte
El productor Luis Miñarro se prueba como director
Luis Miñarro, considerado el productor español más osado de la última década, salta a la dirección con el documental “Familystrip”, titulado en inglés, “porque hubo que prepararlo con celeridad para el festival de Karlovy Vari y lo decidí a última hora, luego no quise traducirlo como “Striptis familiar”. Me parecía arrogante”, declara Miñano, quien ha visto como en su variante como productor la película “El tío Boonmee, que recuerda sus vidas pasadas”, del tailandés Apichatpong Weerasethakul, se alzaba con la Palma de Oro en Cannes
Opina que su documental, “como cine es desnudarse emocionalmente, lo que resultaría normal. Por desgracia, mis padres ya no están, él falleció en el mes de agosto y mi madre hace algo más de mes y medio. Por mi parte, pasado el momento de la decisión de realizar un documento tan personal, me refuerza el que hice bien. Me dejé llevara por la intuición, porque lo que yo quería era hacer una pintura, un cuadro, de mis padres. Es el origen de todo. Cuando empezó a pintarse por Francesc Herrero es cuando dije que había que filmarlo, porque pensaba que saldrían cosas inéditas. No sé si sabrá que el pintor se suicidó. De hecho, la película está dedicada a él. No quise tocar el tema, porque no era el motivo de la película. Es conmovedor que este chico terminara mostrando su personalidad en el documental. Cuando canta elige canciones sobrecogedoras, dolorosas”. No sabe explicar las razones de la muerte: “Había ido a Perú. Su novia era una chamán mucho mayor que él y, un buen día, no sé si después de una discusión, él la propuso volar. Ella se negó y Francesc se arrojó por una ventana”.
Doloroso material
Fue un tan brutal, “que todo el material guardado durante casi siete años, por doloroso. Después, el montador me comentó que no era una película sólo para mí, sino un documental de interés general. Habla de España, de la potencia de una generación ya pasada para enfrentarse a cualquier infortunio de la vida, con las ideas clarísimas”, asegura. También cuenta que “llegado un momento de la grabación, mi madre ya no tenía en cuenta que la cámara estaba allí, incluso si la miraba lo hacía con un cierto distanciamiento. Era una pareja muy compenetrada. La prueba es que entre la muerte de uno y otro han pasado seis meses de diferencia”.
El rodaje en cuestión le fue muy sencillo al ver la naturalidad de sus progenitores, “al fin y al cabo, no había ninguna pretensión, era una película para ellos, para la familia. Al ser yo quien llevaba las riendas, para ellos era como si no existiera. Se trabajó durante siete sesiones. Lo que tiene el cine como registro de algo que sucede que no tienen otras artes, en este caso la pintura, es que ésta te plasma un momento y luego el espectador puede decir que ve esto o lo otro, lo puede interpretar. En cambio, una película, realmente, te congela la vida. De alguna manera ahí está todo presente: sus complicidades, sus roles, el cómo ella domina, porque hace años el hombre era una herramienta de trabajo. A mi padre le veía sólo los domingos. Mi madre decía que ella también se pasaba el día trabajando en la casa cuidando de cinco hijos”. “Y cuando llegabas a las 12 de la noche tenía que cuajar la tortilla”, le decía en la cinta a su marido.
Una delicia de documental por su sensibilidad, por el contenido, por la fuerza de los personajes que “posiblemente, no se hubiese podido hacer pues mi padre no estaba por la labor de tener tantos hijos. Sólo quería un niño y una niña. Yo soy el de en medio. El segundo murió muy pronto, después vino mi hermana mayor, situándose la segunda, y después yo. Durante el proceso de filmación fue cuando me enteré que yo no estaba en los planes de mi padre. En ese momento y con la cámara abierta, es cuando le espeto: “vaya, un poco más y no estamos haciendo esto”.
Otro detalle conmovedor es que al posar para que les hagan el cuadro se les pide que cojan entre las manos algo para no estar más cómodos. “Mi madre se fue a por una muñeca que siempre ha tenido encima de la cama: Le daba un aire de mujer protectora, y mi padre, que realizaba aviones en miniatura hasta el último momento de su vida, eligió uno de ellos. Estaba traumatizado desde la Guerra Civil. No es una loa a una familia obrera, sino una mirada de amor, que es lo que he sentido por ellos. No hay nada más. No hay referente alguno”, termina.
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