Oliver y Oliveira, las aceitunas del cóctel
Cualquier película que se ponga al lado de una de Manoel de Oliveira es como plantarle el motor del Ferrari de Alonso a un triciclo de madera, y hoy hay que juntar, al menos aquí, “El extraño affaire de Angélica”, hecho a mano por ese Gepeto del cine que es Oliveira, con “Wall Street. El dinero nunca duerme”, un editorial de Oliver Stone filmado magistralmente por Rodrigo Prieto en el papel de limpiacristales de Manhattan. No juegan en la misma categoría, pues la de Oliveira abrió Una Cierta Mirada con gran recibimiento y ovación al hombre centenario y al cineasta bromista, mientras que la de Oliver Stone compite por la Palma de Oro. En realidad, ni juegan en la misma categoría ni tampoco al mismo deporte. Antes de la proyección de Oliveira que inauguraba la sección Una cierta Mirada, se proyectó un breve vídeo con imágenes y testimonios del director iraní Jaffar Panahi, que fue encarcelado hace varios meses y a favor del cual y de su liberación se está moviendo el festival.
Los encolerizados tiempos actuales estaban esperando la vuelta de Gordon Gekko, aquel tipo impecable y de moral viscosa que encontró en la jeta de Michael Douglas el cinismo suficiente para decir eso de “la avaricia es buena”. Tras la cárcel, tras la desgracia, tras el abandono y tras la ruina, vuelve, y se puede ver en la pantalla como una noticia más de cualquier telediario. Pero la película de Stone tiene otro objetivo que el de radiografiar al tiburón: nos va a contar una historieta de niña buena y de chico con principios, y de la visión de un futuro alternativo y lleno de energías positivas… Pero, el tiburón acecha. En fin, cuando Oliver Stone se agota de leernos su editorial sobre el mundo, el dinero, el poder y los globos sonda, le busca una salida falsa a su Wall Street diabólico. Pero, no interesan tanto los tejemanejes argumentales y discursivos de Stone, que ya los sabe todo el mundo, como que aparece aquí, en todo su esplendor y para convertirse en lo mejor de la ciudad, la actriz Carey Mulligan, la “Audrey” de “Una educación” que es aquí el bollo del desayuno y que se zampa con naturalidad asombrosa todas y cada una de las escenas que comparte con el pelmazo de su padre (Douglas) y el aspirante a pelmazo de su novio (Shia LaBeouf).
Sólo uno de los infinitos planos aéreos entre la cristalería de Manhattan cuesta más que toda la filmografía de Oliveira, aunque quien puede hablar más de eso es su productor español, Luis Miñarro. En “El extraño affaire de Angélica” levanta una levísima puesta en escena para contar la fantasía de un fotógrafo con la joven que acaba de morir y a la cual retrata; una fantasía en forma de milagro, pues ella se le aparece en forma de ángel. Ella es Pilar López de Ayala, que tiene un papelón tan circunstancial como si hubiera vuelto de la ciudad de Silvia. Ya sabemos que el texto no es siempre lo importante, pero para la próxima debería garantizarse la gran y hermosa actriz algo que memorizar en los ensayos. El plano fijo, largo, exprimidor…, el texto adornado, paladeado, discursivo, digresión pura…, el ritmo tenue, pensativo… El cine de Oliveira es así, a veces tiene algo más de gracia o chispa, y a veces menos, pero su público, también centenario como él, es tan inalterable al respecto como su propio estilo. Y si alguien pensaba que no iba a filmar una escena con Luis Miguel Cintra, una mesa y una inagotable conversación sobre el mar y los peces en una tarde lluviosa, pues es que no confía en la eternidad de Oliveira.
Y ahora llega lo gracioso, tras este monumental rollo. La película más sorprendente, por no decir mejor, que queda feo, fue otra de la que apenas hablaremos, la coreana “The housmaid”, de Im Sang-soo, una habilísima puesta en escena y con unos personajes magníficos, tremendos, casi de obra de Ibsen. Una chica de servicio, un ama de llaves con el moño allá arriba, un señor al que le gusta el vino y el cha-cha-cha, casado con una mujer embarazada de gemelos. El clima de esa casa hipermoderna y lujosa es como el de Manderley pero en turbio, turbio. Y la pericia de Im Sang-soo consigue que nunca sepas si estás en una comedia, en un drama, en un “thriller”, en un romántico o en un fantástico. Y no exageraré si digo que al final te deja la sensación de que estabas en todo ello.
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