Una de las diez naciones con recuperación más lenta junto a Grecia, Irlanda, Portugal, Venezuela, Jamaica o Haití

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Jueves
, 22-04-10 a las 12
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Malas noticias para España. Nuestro país será uno de los diez países con la recuperación más lenta de todo el mundo y compartirá este dudoso honor con naciones como Grecia, Irlanda, Portugal, Islandia, Letonia, Lituania, Venezuela Jamaica y Haití. Son las duras previsiones del FMI para el próximo bienio, divulgadas ayer como preámbulo a la cumbre de primavera convocada para esta semana en Washington, y que vaticinan para España una plusmarca de paro y contracción económica que será excepcionalmente dolorosa dentro del mundo desarrollado.
Según el FMI, la economía española va a retroceder todavía un 0,4% durante este año y la tasa de desempleo llegará hasta un incomparable 19,4%. De acuerdo a estas estimaciones, España tendrá que esperar hasta el año que viene para empezar a salir lentamente de su profunda crisis. Para el 2011 se anticipa que el Producto Interior Bruto de nuestro país crecerá tan sólo un 0,9%. La mitad del 1,8% anunciado por el Gobierno socialista. Según el FMI, esta recuperación limitada tendrá también efectos limitados en la tasa de paro, que sólo se reducirá hasta un 18,7% en 2011.
En cualquier caso, los datos incluidos en el informe semestral «Perspectivas Económicas Mundiales» del FMI sitúan a España muy lejos con respecto la media de la zona euro. Entorno económico al que se atribuye una tasa de paro del 10,5% tanto para este año como el que viene, casi la mitad de lo calculado para España. Sin salirse del contexto europeo —con una media de crecimiento del 1 % este año, y del 1,5 % para el que viene— la grave recesión española sólo es compartida por países de segunda fila económica como Grecia (-2%), Irlanda (-1,5 %), Chipre (-0,7%), Hungría (-0,4%), Islandia (-3%) o Letonia (-4%). En el resto del mundo, sólo Venezuela, Haití y Jamaica tendrán un crecimiento tan bajo como el español en este bienio.
Salgado se felicita
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado, hizo ayer su particular interpretación de estas cifras y se felicitó porque, a su juicio,las previsiones del organismo internacional «se acercan mucho» a las del Gobierno, que espera que el PIB se contraiga un 0,3% este año y aumente un 1,8% en 2011.
Por lo que respecta al frente presupuestario, el Fondo anticipa que España acumulará este año un déficit en sus arcas públicas del 5,3%, que se reducirá el año que viene a un 5,1 %.
Para controlar esos números rojos, el FMI ha recomendado de nuevo al Gobierno elevar la edad de jubilación más allá de los 65 años y recortar gastos no productivos.
Durante la presentación de estos datos, el «número dos» del Departamento de Análisis del FMI, Jorg Decressin, subrayó ayer que España tiene que desarrollar un plan fiscal a medio plazo. Entre esas medidas para estimular el crecimiento, Decressin mencionó «recortar la partida de gastos no productivos o incrementar la edad de jubilación en línea con la esperanza de vida».
El diagnóstico del FMI insiste en que Europa está saliendo de la crisis de forma bastante más lenta que otras partes del mundo en virtud del lastre que ejercen toda una serie de «fuerzas poderosas». Entre esos factores, se destaca la incertidumbre sobre la solvencia y liquidez de Grecia, junto con los temores de contagio a otras economías de la zona euro. Escenario que el FMI califica como la mayor amenaza a corto plazo para la economía europea.
El Fondo también destaca la existencia de problemas pendientes en el sector financiero y ha propuesto introducir dos impuestos a nivel internacional para costear rescates en futuras crisis y desincentivar la toma de riesgos excesivos.
La propuesta está contenida en un estudio que le encargaron al Fondo internacional los presidentes de los países miembros del G-20 en su reunión de Pittsburgh en septiembre y que se debatirá en la reunión ministerial del Grupo que tendrá lugar el viernes. El texto propone crear la llamada «Contribución a la Estabilidad Financiera», un impuesto que al principio pagarían todas las entidades financieras por igual y que posteriormente variaría según el nivel de riesgo asumido por cada una. Los ingresos se acumularían en un fondo para pagar por futuros rescates de la banca o entrarían como ingresos corrientes a las arcas públicas.