«Zapatero es el primer culpable del intento de prohibición»

A lo largo de los años, uno ha tenido la fortuna de ver a algunos grandes toreros. Uno de ellos, sin duda, es Paco Camino. Y de los más dotados en todo: técnica, valor, arte... Al cumplirse los cincuenta años de su alternativa, acepta hablar conmigo para ABC.
-El 17 de abril de 1960, en Valencia, Jaime Ostos fue el padrino de tu alternativa con el toro «Mandarín», de Urquijo, y Mondeño como testigo. Todavía no habías cumplido los veinte años. ¿Qué recuerdas hoy especialmente de aquella tarde?
-A mi padre y a don Pablo Martínez Elizondo, diciéndome que me arrimara, que esa tarde era clave para toda mi vida taurina.
- Desde chico, tuviste una especial habilidad para ver las condiciones de los toros.
-Hay que estar pendiente siempre, de todos los toros: los que te tocan a ti y los de tus compañeros. Es lo mismo que te contaba el otro día el maestro Pepe Luis Vázquez. Y hay que fijarse en sus cambios: antes, los toros cambiaban más; ahora, son más regulares...
- También tenías la sangre fría necesaria para realizar lo que antes habías visto.
-Para torear bien, además de ver al toro, hay que ser capaz de realizarlo. Además de técnica, hay que tener valor, conservar la cabeza fría.
- Tuviste también un largo aprendizaje, toreaste muchas novilladas sin caballos.
-Antes, ese aprendizaje era más fácil. Ahora hay menos festejos en los pueblos y pueden ser corridas de toros... Yo empecé toreando con pantalones cortos, no tenía nada de nada, ni traje de luces ni traje corto. La primera vez que me puse el traje de luces fue como sobresaliente y me costó poquísimo dinero. En todo caso, hay que salir arreando leña, desde el comienzo: si toreas en un pueblo, para que te llamen del pueblo vecino. Si no lo haces así, nadie te llama...
-Tú eras un torero fácil, un torero largo, que dominabas todas las suertes.
-Por lo menos, lo intentaba... Excepto las banderillas: siempre me dieron mucho miedo.
-Esa facilidad tiene un inconveniente: podías dar la impresión de que toreabas cuando querías; cuando no, no.
-Alguno lo pudo creer pero no es cierto: me veían tan fácil ante el toro malo... Con algunos toros, sencillamente, no se puede torear con lucimiento. Sí se puede lidiarlos adecuadamente, eso sí.
-Yo no recuerdo haberte visto aperreado con un toro difícil.
-Aperreado, aperreado, muy pocas veces... Pero no siempre he podido hacer faenas brillantes.
- Has dicho alguna vez que saber lidiar es más difícil que saber torear.
-Las dos cosas son difíciles. Pero son distintas. Y lidiar bien es muy, muy difícil.
- ¿Te consideras un lidiador?
-Yo soy solamente un torero normal, al que le han gustado todas las suertes.
- Tú le has dado más importancia a las distancias que al temple.
-Todo es importante, delante del toro. Pero el temple, casi siempre, lo da el toro, tanto o más que el torero. Y depende, en gran medida, del número y la forma de los puyazos.
-Tienes fama de que nunca has perdido la cabeza, delante del toro.
-Por lo menos, he procurado no perderla...
- No te han cogido los toros malos.
-Un toro malo no te debe coger, no es bueno que te coja: si lo hace, suele ser un fallo del torero. Hay que andar bien con él, taparse y estar seguro de lo que se hace... A pesar de todo, a veces te cogen.
-Tus famosas chicuelinas las diste por primera vez en el San Isidro de 1963.
-Sí, en un toro de Galache. Antes, las daba muy mal: no me gustaba perderle la cara al toro. Esa tarde, con un toro muy bueno, me puse totalmente de frente: ya no era un quiebro sino que lo traía toreado más de un metro.
- Te gustaba dejarte los toros crudos, picarlos poco .
-Esos toros son los que dan emoción, los que tienen garra. Nunca me han gustado los toros suavones.
- Tenías predilección por el encaste Santa Coloma.
-En mi época, todas las figuras lo mataban. Pero es verdad que yo he matado camadas enteras.
- A muy pocos he visto yo matar los toros como a ti.
-Los he intentado matar bien, eso sí. Hay que echar la muleta a la pezuña del toro y, luego, cruzar. Si no pasas los pitones, no puedes matar bien un toro.
- ¿Te acuerdas de «la mandanga» que te atribuían?
-Eso se lo inventó Cañabate para meterse con Sebastián Miranda, el escultor, que era su amigo y muy partidario mío.
- Mi amigo Luis Miguel quiso ser «el número uno»; tú, no quisiste...
-Yo he querido ser, como torero, lo mismo que como persona: ni más grande ni más chico.
-¿Hubieras podido llegar a más, en el toreo?
-En el toreo y en la vida, uno llega donde llega: justo a lo que es uno. Todos queremos más, nadie se conforma con lo que tiene. No se puede tener «mandanga» y torear, como yo, en todas las Plazas importantes españolas y, todos los inviernos, en las americanas.
- Quisiera que recordaras brevemente a algunos de tus compañeros, empezando por los dos que formaron contigo un cartel extraordinario, que echamos tanto de menos: Diego Puerta y El Viti.
-Diego Puerta es el más valiente que yo he visto. Es muy difícil ser tan valiente y, a la vez, torear tan bien.
- ¿Y Santiago?
-Era otro tipo de torero, más tranquilo, con una técnica fuera de lo normal.
-Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín.
-Son los dos que más me han impresionado, en una Plaza de toros. Tenían dos estilos muy diferentes: de ahí nacía la competencia.
- Ordóñez fue tu ídolo.
-Sí, fue mi ídolo, como torero. Pero Luis Miguel era un fuera de serie también como persona y como amigo. Antonio era más brusco...
-Antonio Bienvenida.
-Un hombre magnífico en todo, un fenómeno. Claro que también tenía sus gatos en la barriga, como todos los grandes toreros: sin eso, no puedes llegar a figura.
-Tú no te sentías rival de El Cordobés.
-No, yo iba por otro lado. Mi forma de torear no congeniaba con la suya ni él tampoco se preocupaba de mí.
-¿Has cortado más orejas que nadie en Madrid ?
-Quizá, no lo sé. Pero San Isidro era durísimo.
-¿Por los toros, por el público?
-Sobre todo, por el público. La afición madrileña era enormemente exigente.
- Una cumbre que no podemos olvidar fue la tarde de los siete toros, el 4 de julio de 1970.
-Para entonces, yo estaba ya muy preparado, muy hecho, como torero. Llevaba ya diez años de alternativa.
-¿No te parece que algunos toreros, hoy, se precipitan al afrontar esos retos?
-No se puede empezar la casa por el tejado.
-¿Sigues hoy la Fiesta? ¿Vas a los toros?
-Desde luego. Y lo sigo todo también por la televisión, los periódicos y las revistas taurinas. A internet ya no llego...
- ¿Cómo ves el momento actual?
-Lo veo bien: hay toreros buenos y gente nueva que viene apretando. Siempre ha sido así: cuando ha habido un momento más flojo, basta con que surjan dos o tres chicos nuevos para que la Fiesta se venga arriba.
-¿Qué opinas de los intentos de prohibición de las corridas de toros?
-Una anormalidad. Hoy, algunos políticos prohíben más cosas que nunca. Y Zapatero es el primer culpable: puedes ponerlo así, como te lo digo. Han quitado los toros de la Televisión. Se pretende borrar la Fiesta. Yo opino que no se debe prohibir nada.
-Ése es el lema de ABC: la libertad de ir a los toros... o de no ir, si no quieres.
-Así debe ser. A nadie le ponen una pistola en el pecho para que vaya a los toros.
- Tú toreaste mucho en Barcelona.
-Muchísimo. Era una afición importantísima. Todas las temporadas toreaba yo allí cerca de veinte corridas.
-Marcial, que era tan duro en sus críticas, me dijo de ti: «Posee un extraordinario conocimiento de su profesión».
-Es un halago muy grande, viniendo de alguien tan inteligente. Pero sí he intentado eso, en mi carrera. Creo que esas palabras lo definen muy bien, me vienen al dedillo de lo que yo he querido ser.
-A los cincuenta años de alternativa, ¿crees que has cumplido todas tus expectativas?
-Creo que sí he cumplido, y con mucho, las metas que me propuse, al comenzar.
- ¿Te acuerdas una vez, en Bayona, hace muchos años, que jugábamos tú y yo al ping-pong, poco antes de la corrida, y yo estaba violento porque no necesitabas descansar o prepararte, antes de torear?
-Me acuerdo muy bien. Somos amigos hace años. El que no disfrute toreando, que no sea torero. Hay que pasarlo bien y disfrutar con la profesión que uno tenga.
- ¿Te imaginas otra cosa que no fuera torear?
-No. Sólo he pensado en el toro, toda mi vida.
-¿Cómo quisieras que te recordaran?
-Simplemente, que he sido un buen torero.
- Déjame corregirte: un gran torero... Una última cosa, para tus seguidores: ¿Cómo va la salud?
-Muy bien: estoy hecho un toro.
- Por muchos años, maestro.
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