Don Guillermo

10/04/2010 a las 00:00h.

La noche era oscura y la lluvia blanca.

Todo eran abrigos negros en el funeral de Cela en Iria Flavia, y entre una multitud que no fue tanta como yo esperaba, divisé la cabeza blanca de Guillermo Luca de Tena. Cuando salimos, me acerqué a saludarle y sonriendo me preguntó: «¿Has escrito algo bonito para mañana?».

Yo en realidad ya, por aquel entonces, lo único que quería era escribir bien. Todavía hoy, la vejez que me preocupa es la de la escritura porque sé que si escribo bien, seré eternamente joven. En realidad, los que escribimos para la prensa, digital y de papel, amamos hasta el último de nuestros días la palabra recién escrita. Pero bien escrita. Cuando hace unas semanas pasé por la Redacción a punto de mudarse, quise preguntar, no me atreví, si podía llevarme el rótulo que había sobre una puerta metálica que costaba mucho abrirla y donde decía «REDACCIÓN», porque tras ese letrero estuvo el lugar donde me dejaron ser. Y eso sé que viene de Guillermo Luca de Tena y su familia. La palabra bien escrita, era todo. Y cuando ahora vemos por delante ese inmenso espacio inculto dispuesto a que lo llenemos de contenido, todos sabemos que nadie querrá pagar por ello si no está bien escrito. Ése es el valor. Y así me pareció siempre Guillermo Luca de Tena: alguien preocupado por la excelencia. Más aún que lo que dijeras, era el cuidado en cómo se decía, lo que le ha distinguido desde mi punto de vista como editor. El respeto a la forma si es fiel reflejo del espíritu del que escribe.

Tengo escrito hasta aquí desde hace tres días y no consigo acabar este artículo. Me encantaría tener una pirueta final, una frase que nos consolara por la pena que sentimos, pero no puedo. Me despierto como ahora desde hace tres días de madrugada y me pongo con este párrafo que no termino. Es de noche y se hace de día.

«¿Has escrito algo bonito para mañana?» No soy capaz, don Guillermo.

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