Los padres, a callarse
Estos son tiempos duros para los pedagogos galaicos. Llevan toda una vida luchando para ampliar la participación de los progenitores en la educación de sus hijos. Han conseguido incluso que las escuelas estén dotadas de organismos como el Consejo Escolar en que las asociaciones de padres participan como miembros de pleno derecho en la gobernación de los centros. Todo ha ido bien hasta ahora, exceptuando sus constantes quejas por el escaso compromiso de padres y madres.
En esto que llega Feijoo con su promesa electoral de preguntar a los padres por la lengua de educación de sus hijos. Al instante, se alzaron los gritos airados, ofendidos por la sola posibilidad de la encuesta. Pedagogos que decían luchar por abrir la escuela a la sociedad gritaron en comandita: «Eso no se puede hacer».
¿Por qué no se puede hacer? Los pedagogos nos explican, sesudamente, que sólo el estado educa, sólo el estado decide, sólo el estado marca contenidos y materias. Y a los individuos no les queda otra que obedecer, que para eso el estado es sabio y tecnócrata. ¿Y la libertad? La libertad está bien, según parece, siempre que no afecte a las cosas realmente importantes, como la normalización del gallego.
Además, nuestro pedagogo insiste en que los padres no están capacitados para tomar esas decisiones. Es el técnico/profesor quien sabe y puede. Permítanme que les replique con un símil: si acudimos al arquitecto para que nos haga una casa, no le decimos cómo han de ser los pilares que han de sustentarla. Le decimos, en cambio, cómo es la casa que queremos. Al fin y al cabo, es nuestra. Lo mismo ocurre con los hijos. Los más de los padres son muy conscientes del tipo de formación que requiere el mundo moderno. «Eso no es verdad», nos dice el pedagogo, y sugiere -aunque con palabras más moderadas que las mías- que los padres son demasiado ignorantes, o irresponsables, o sectarios para tener responsabilidades reales en la educación de sus hijos.
De toda esta polémica, algo claro hemos sacado. Tenemos entre nosotros a una casta pedagógica que ha luchado toda su vida por unas ideas -participación de los padres en la escuela- y ahora que un responsable político legisla de acuerdo con esas ideas, se escandaliza e indigna. ¿Por qué?
Porque para ellos, la pedagogía y la educación, siendo importantes, no son tan importantes como sus ensueños patrióticos. Y si han de escoger entre su pacata concepción de Galicia y las ideas por las que han luchado toda su vida, escogen esa Galicia nación gallego-hablante con la que sueñan..
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