Lunes , 29-03-10
Espero que los herederos de un gran español y un gran pensador no se molesten por el empleo de una de sus frases que, al entrar en la Historia, tienen ya algo de mostrenco. Pero me lo provoca el famoso «Documento de Síntesis» que ha preparado el Gobierno para lograr la unanimidad de los grupos políticos.
En este momento la economía española -lo dicen incontables economistas-, necesita urgentísimamente medidas que fundamentalmente deben afectar al lado de la oferta, es decir, que hagan más competitiva nuestra economía. Por otro lado, que corten ese endeudamiento -que salta peligrosamente más allá de nuestras fronteras- que tiene, no sólo el sector público, sino, impulsado ahora por él, todo el conjunto de la economía española, con lo que el fantasma de una crisis de la deuda externa, como tuvieron, sin ir más lejos, multitud de países iberoamericanos, día a día se acrecienta. Finalmente, medidas que creen bases estructurales nuevas para lograr que la economía española no abandone el sendero del crecimiento del último medio siglo. Cabalmente lo que Irlanda ha emprendido ya; o en buena parte, lo que ha permitido a Alemania mejorar, tras la actual crisis, en el aspecto industrial, y por el contrario, lo que no ha sabido hacer hasta ahora Japón.
Por el contrario, en el citado documento, bajo el título de «Con el fin de mejorar el acceso de las empresas al crédito y reforzar su solvencia financiera» y «con el fin de impulsar el desarrollo y crecimiento de las pymes, en especial en su actividad en el exterior», se exponen una serie de medidas que, con el más benévolo de los juicios, habría que calificar como populistas, para obtener el aplauso de las personas vinculadas a las pequeñas y medianas empresas. Lo que de verdad precisan éstas, no es más crédito, sino un entorno muy próspero que las arrastre. Esos créditos, sin hacer esto, serán pronto unos créditos fallidos y nada más.
Nada digamos con ese impulso, también populista, relacionado con la industria de la construcción. Este sector, de momento está en crisis, y su recuperación no puede llegar más que por el sendero de la mejora general, y en condiciones muy diferentes a las que ahí se plantean; y si se piensa ayudar a estas empresas con un desarrollo de las infraestructuras, convendría que se hubiese consultado cómo hacerlo, leyendo, por ejemplo, a Aschauer o a nuestro catedrático de Econometría Rafael Flores. El intentar así una salida de la crisis es imposible.
¿Qué queda en el documento? Un programa relacionado con la actividad industrial que, como lo del vehículo eléctrico, o el desarrollo de los «polos de innovación» son soluciones que, en grandísima medida adoptarán los empresarios, en una economía sana, por sí mismos, o vaguedades como la de que «se revisarán los costes asociados al transporte de energía» o que «se acordará un mix energético para 2020», sin concretar algo tan obvio como lo que se debe decidir ya sobre energía nuclear. Y, ¿se habla algo de la reforma laboral, que reclaman todos los expertos? ¿Y de una seria reforma tributaria y del Estado de Bienestar?
Si las fuerzas políticas dan su aprobación a este proyecto, enlazado mil veces con el inane proyecto de ley de Economía Sostenible, sin efectuar en él modificaciones profundísimas, harán algo más que equivocarse. Hay que decirlo: habrán iniciado una senda populista que sólo lleva a lo que condujo, por ejemplo a la Argentina: de una situación económica confortable a una decadencia prolongadísima.

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