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ABC Cultural

«No he hecho concesiones»

Gérard Mortier asegura que el público madrileño no es tan conservador «como dice la prensa y los críticos», y que hay que ayudarle a entender la música contemporánea. El año próximo, el primer curso

«No he hecho concesiones»

Gérard Mortier lleva seis horas vendiendo la programación de la próxima temporada, la primera que firma aunque no lo hace todavía en solitario. Una parte de ella le corresponde a su antecesor, Antonio Moral, aunque no quiere precisar cuánto, «no soy un contable». Vuelve a recurrir a la misma palabra, en su recién estrenado castellano, cuando se le subraya que la mitad de la programación de la próxima temporada ha sido escrita en el siglo XX, «yo no me fijo en eso», pero la elección de los títulos demuestra su inclinación «natural» hacia este repertorio.

No le preocupa la recepción de su propuesta pues asegura que el público el Real «no es tan conservador como afirman los periodistas y los críticos. No es como el de la ONE». Y espera de él que tenga ante todo curiosidad. «Si a la gente no le gusta este repertorio, el error es nuestro. Debemos ayudarla a conocerlo. Y lo vamos a hacer lentamente», sostiene. Después de estar visitando Madrid durante el último año, el director belga ha recogido una grata imagen de esta ciudad, no dominada por la «globalización» y con su propio carácter.

En cuanto a cuál ha sido el criterio para seleccionar los títulos del próximo año, apunta el contraste entre «el consumismo», a través de «Ascenso y caída de la ciudad de Mahagony», de Kurt Weill, en un nuevo montaje realizado por la Fura dels Baus, frente a «la espiritualidad» de «San Francisco de Asis», de Messiaen, montaje que Mortier ha programado siempre que ha tenido ocasión (el espectáculo dura seis horas y en él se puede comer y beber). Entre ambos títulos, «El rey Roger» y el estreno de «La página en blanco», que completan los cuatro pilares de su propuesta. A los que ha añadido para completar la programación, y por motivos presupuestarios, dos reposiciones: «Las bodas de Fígaro», de Mozart y «Tosca» de Puccini.

Si alguien entiende la inclusión de este compositor como una concesión del director belga está en un error. «No he hecho ninguna. Puedo hacer gran repertorio. No voy a hacer únicamente lo que a mí me gusta». Eso sí, avisa de que no está dispuesto a hacer nunca «una nueva producción de un título de gran repertorio». Destaca, sin embargo, el hecho de que el Real haya realizado varias en los últimos años, «porque en tiempos de crisis es el momento de hacer uso de las producciones propias de este tipo de títulos. Y con el dinero que se ahorra se pueden hacer otras más importantes».

Mortier se defiende con uñas y dientes ante aquellos que afirman que sus montajes son caros: «Nunca he hecho ninguno que sea más caro que «Andrea Chenier»». En París, afirma, dejé un superávit de 40 millones de euros, la misma cantidad que en Salzburgo. Mi temporada 2010-11 es menos cara que la actual», afirma.

Los vaqueros descabalgan

Es consciente que se avecinan malos tiempos. Tras escapar de un severo recorte presupuestario en Nueva York, aquí le pisa los talones otro también inevitable. «Vamos a intentar subir los ingresos. Gregorio Marañón y yo vamos a hablar con patrocinadores. Además se van a subir un poco los precios. Otra de las medidas es el intercambio de producciones con otros teatros sin ningún coste. El primer año el recorte es del 10%, el segundo del 20% y tengo miedo por el tercero, el 30%. Este es un tema que tenemos que hablar con los cantantes». La propuesta de Mortier será «congelar» sus cachés, además de «buscar nuevas voces». La «imaginación» será otro de los recursos para sobrevivir a los recortes. «Creo que todo el país debe ayudar a salir de la crisis».

Todavía está fresco en su memoria el drástico recorte que le ofreció la Ópera de la Ciudad de Nueva York, que le empujó a los brazos del Teatro Real en noviembre de 2008. De aquel proyecto han sobrevivido algunos compromisos que Mortier ha recuperado en Madrid, como el encargo de una ópera a Philip Glass sobre Walt Disney, «que pertenece al imaginario de todos los niños»; no le sucede lo mismo a la adaptación que de la oscarizada película «Brokeback Mountain» ha realizado el compositor Charles Wuorinen, quien había confirmado públicamente tener fecha para el estreno madrileño. «No creo que se haga porque ésta sí tiene mucho que ver con la ciudad de Nueva York», confirma Mortier, para quien los públicos de una y otra ciudad son «diferentes».

Entre las decisiones más polémicas de la Era Mortier se encuentra la decisión de no tener un director musical, sino varios -Cambreling, Hengelbrock, Heras-Casado, Alejo Pérez , entre otros- que frecuentarán más su foso. Pero lo cierto es que más de veinte se pasarán la batuta la próxima temporada. «Es difícil encontrar un gran director que pueda estar seis meses en el Real». Impensable es también pagar un caché a alguien como Maazel. Esta fórmula le permite además al director belga no compartir el poder con ningún director musical, gremio con el que ha mantenido algunas diferencias a lo largo de su carrera. «Los que están aquí, ya estuvieron en París. Los conozco». Lo que le interesa a Mortier es mantener el control: «Sí, es verdad», admite Gérard Mortier mientras se ríe.

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