Cargos
EL nombramiento del director de Público como Secretario de Estado de Comunicación supone un indicio más de que el Gobierno asume el fracaso de su política de pactos y se apresta a dar leña a diestro y siniestro en lo que resta de legislatura. Es comprensible que haya decidido reclutar para ello a un esbirro de toda confianza. No necesariamente a un Goebbels, pero sí a un sectario que no sólo se ha fajado con el PP, sino con los socialistas críticos (que, aunque pocos, los hay). En fin, Monteira no parece un mal fichaje para lo que se pretende: una escalada de broncas con la oposición, mientras se mantiene a raya la incipiente contestación sindical. En otras palabras: para romper, mediante una retórica radical y agresiva, el cerco de descontento que, previsiblemente, irá estrechándose a medida de que el Gobierno acumule chapuzas. Público ha sido y es una buena escuela de especialistas en agit-prop, porque ha sabido injertarse en la gran tradición de mendacidad insolente que caracterizaba a la prensa panfletaria más clásica y casposa. A los ancianitos, su lectura nos regocija, porque lo reconocemos como una versión escolar subvencionada de El Motín de don José Nelken, con lenguaje adaptado a la LOGSE.
Ante el fiasco de las ofertas de pactos, por ejemplo, puede pronosticarse sin esfuerzo que tanto Público como Monteira y el Gobierno echarán la culpa a la irresponsabilidad del PP, siendo así que, cuando alguien propone un pacto y no se lo aceptan, es que no ha sabido venderlo y lo honesto sería que él mismo se comiera el marrón. Pero ciñámonos al presente. El mismo día -viernes, 5- en que daba noticia del nombramiento de su director, Público dedicaba una página a otro nombramiento, el de Manuel Pizarro, por el gobierno de la Comunidad de Madrid, como Presidente del Consejo Social de la Universidad Autónoma. Es obvio que, en otras circunstancias, tal especie habría sido relegada al suplemento universitario o a una gacetilla local. Pero es que Público necesitaba, como contrapeso de la ascensión o asunción de su jefe, una noticia simétrica y equivalente. Ahora bien, lo de Pizarro no tiene, ni de lejos, una dimensión comparable al asunto Monteira. Para empezar, su nuevo cargo no es remunerado. Los Consejos Sociales universitarios son órganos integrados por representantes del medio empresarial, de sindicatos, municipios y de las propias universidades, cuya función consiste en supervisar la gestión económica de la universidad y facilitar una buena relación entre ésta y su entorno social. Sus presidentes se designan por los gobiernos de las Comunidades Autónomas, del color que sean.
La pretensión de equiparar los casos de Pizarro y Monteira acaba por resultar excesiva incluso a la redacción de Público, que, por si acaso, añade como coda a la noticia mencionada una relación de nombramientos realizados por la Presidenta de la Comunidad de Madrid, bajo el título de «Aguirre, experta en recolocaciones». El problema no es que la idea se revele absurda, sino que ni siquiera es original. Está tomada de conocidos blogs-basura que presentan cada cargo nombrado por Aguirre como un caso flagrante de corrupción y amiguismo, destinado a salvar de la indigencia al elegido. Pero, si no deja de divertirme la imbecilidad de quienes pintan a Pizarro como un trasunto de la Cenicienta, no oculto que me enternece aún más el nerviosismo de Público ante el ascenso de su director a la Secretaría de Estado, porque implica que fingen creer que alguien se ha creído lo de su pregonada independencia, y tamaña ingenuidad parece hoy día como de maoístas peruanos.
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