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ABC Cultural

Criaturas infernales

Como William Holden en el «Crepúsculo de los dioses», Saoirse Ronan, la prodigiosa protagonista de «Expiación», nos cuenta su muerte violenta antes incluso de echar a caminar, desde el tráiler mismo, que a estas alturas es difícil no haber visto ya unas cuantas veces. A partir de la célebre escena de la piscina, Billy Wilder construyó un soberbio drama entreverado de cine negro. A Peter Jackson, que cumple con nota en la parte de la investigación paterno-policial, le va más el rollo fantástico y las hechuras que lo lanzaron a la fama desde que nos descubrió a Kate Winslet en «Criaturas celestiales», allá por 1994.

El señor de los anillos pinta un cielo idílico, tan lindo que, amparado por la fidelidad a la novela de Alice Sebold, a su autor le cuesta no recrearse en su hermosura. El metraje, por supuesto, se le va un poco de las manos, poca cosa para lo que acostumbra.

Mucho más contenido está todo el reparto, a excepción de la ¡abuela! Susan Sarandon, que se permite todos los excesos que le da la gana. Las dos W, Rachel y Mark, aceptan con elegancia su relevancia secundaria. Son padres sufridos, verosímiles y tan divididos por el drama como exige la situación, sin ceder al histrionismo lacrimógeno. Weisz y Wahlberg demuestran su calidad y se encargan de que no se los coma el tópico. Pero es Stanley Tucci quien rebaña el solomillo de los papeles, aunque Jackson juega a esconder a su villano en los primeros minutos con ayuda de la caracterización y de alguna trampa que habría condenado Hitchcock. En cuanto se le permite hacerse cargo de las riendas y encarnar el mal cotidiano, el más cercano y peligroso, el infierno de la puerta de al lado, Tucci compone un personaje terrible, sin aspavientos ni tatuajes y con los detalles más sórdidos fundidos en negrísimo, fuera de la vista. Por algo es uno de los grandes secundarios del cine americano y por algo siempre ha sido mejor sugerir que mostrar.

La película avanza así entre la sucia realidad terrestre y el limbo almibarado en el que se encuentra la niña protagonista, dividida a su vez entre el deseo de venganza y la necesidad de que los vivos descansen en paz. El contraste es tan exagerado que al espectador le ocurre al final como a Jackson. Casi dan ganas de ascender a los cielos cuanto antes. Quien pueda.

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