El verdadero rey del pop

Los avatares de la siempre menguante distribución independiente hacen que nos llegue esta película cuando ya figura en algunas listas de lo mejor de la década 00. Pero nunca es tarde si la dicha es buena y lo que aquí entrega Todd Haynes es una pieza maestra. Eso sí, es una obra que no pide ninguna excusa por ser densa, inextricable, a veces exasperante por su ambigüedad (pero quién, aparte de los críticos de cine, dice que el arte debe ser fácil y apto para el consumo). Es decir, «I’m not there» es algo muy parecido a su tema: el mito y las canciones de Bob Dylan. Sería vulgar -e inútil- intentar una biografía al uso de este maestro del disfraz sobre el que todavía se discute el significado de muchas de sus canciones.

Lo que propone Haynes es mucho más apasionante: una especulación poética desdoblada en seis variaciones en torno a ese gran enigma central, una estrella tan elusiva como su coetáneo Warhol. Seis actores distintos encarnan a seis “dylans” ninguno de los cuales se llama Dylan: de hecho, uno se llama Rimbaud. Otro es un vagabundo negro, otro (Richard Gere) es un vaquero, otro es un cantante bohemio del Village y otro más es el Dylan andrógino que trajo el evangelio a Londres en el 65 (lo encarna Cate Blanchett, y el ser mujer no impide clavarlo). Si el lector conoce realmente a Dylan sabe el sentido que tiene todo esto. Seré áun más extremo: para entender cabalmente «I’m not there» conviene saberse de memoria las letras de las “cintas del sótano” y, mejor aún, el texto que escribió Greil Marcus para el disco. Ésta es una película hecha para el disfrute del dylaniano profundo, aunque tampoco expulsa del todo de su seno al oyente ocasional: quizá le entren ganas de ahondar más en el pozo sin fondo del cantor de Minnesota.