El amor está en el aire
En un libro reciente, un académico americano contaba hasta 150 narraciones «en red», como él las llama, producidas desde 1990. Ya saben, películas de vidas cruzadas, cuyos múltiples hilos se entrelazan según van avanzando sucesivamente, lo que aquí llamamos cine coral y que inventó nuestro Berlanga antes incluso que Robert Altman. Ésta sigue de cerca, demasiado de cerca, el modelo de la popular producción inglesa «Love Actually». Historias de amor o de desencuentro en torno a la fecha del Día de los Enamorados, ese día en que las parejas recuerdan que deben hacer un regalo a su media naranja y los solitarios recuerdan lo solos que están.
Esta premisa agota las diversas microhistorias de la película, que alterna escenas alrededor de una floristería con subtramas de encuentros en aviones, enamorados tímidos que tratan de declarar su amor contrarreloj, ejecutivos sin tiempo para incluir el romance en su agenda, y hasta historias de «cuernos». El placer del espectador proviene de descubrir muchas caras conocidas en uno de los recodos del camino, en papeles que más bien sirven para enunciar que para desarrollar: Julia Roberts, por ejemplo, está magnífica en su papel de pasajera que te intriga cuando te toca al lado en un avión.
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