La Super Bowl desde el exilio madrileño
Los aficionados al deporte que han vivido fuera de España s aben lo difícil que se hace seguir a tu equipo favorito desde el extranjero. Y es que por mucho que sea posible ver en un pub de Dublín, Londres o Berlín un Real Madrid – Barcelona, nada es lo mismo. Ni el ambiente, ni los nervios, la rivalidad, la unión en el bar entre aficionados del mismo equipo...
Con ese pesar del que vive las citas deportivas patrias desde el exilio salieron ayer decenas de estadounidenses en Madrid. La pasada madrugada tenía lugar el evento más importante al otro lado del Atlántico: la «Super Bowl» , es decir, la final de la liga de fútbol americano. Así que mientras la ciudad dormía para afrontar un nuevo lunes, la colonia norteamericana se congregaba -junto a algún que otro español curioso- en los bares que evocan el «American Way of Life». ABC.es no quiso perderse tan importante cita y pasó la madrugada en el Hard Rock Café compartiendo, como parece tradición, un buen plato de nachos y un botellín de cerveza americana.
En el local se dan cita personajes de lo más variopinto. Parejas de recién casados de luna de miel en España, madrileños en busca de algún pretexto para no irse a dormir, aficionadas mexicanas e incluso e l plantel al completo de los Osos de Rivas , uno de los tres equipos con los que cuenta la Comunidad en la Liga Nacional de Fútbol Americano. Unos osos que, por cierto, apostaron mayoritariamente por el equipo ganador: los Saints de Nueva Orleans.
Para el español medio, que confunde el fútbol americano con el rugby -un pecado capital en el mundillo- el deporte por excelencia en Estados Unidos resulta extraño desde el primer momento. Para empezar, nadie puede imaginarse un choque futbolero en el que cuatro cazas de las Fuerzas Armadas sobrevuelan, pongamos por caso, el Sánchez Pizjuán coincidiendo con la entrada en el campo de los jugadores. También resultaría extraño que, en ese mismo partido, Ainhoa Arteta cantara el himno nacional -más bien tarareara- con toda la grada puesta en pie antes del pitido inicial. Y si ya llegara David Bisbal para marcarse unos temas en el descanso, la estampa parecería sacada directamente de otro planeta. Sin embargo, en la Superbowl resulta lo más normal del mundo.
Un ritmo de juego muy diferente
En Europa el fútbol americano resulta excesivamente lento para los que no están familiarizados con este deporte. Primera y diez, pase incompleto, vuelta a la melé... Segunda y diez, tres yardas ganadas, vuelta a la melé. Tercera y siete, vuelta a la melé... De cada cinco minutos pegados al televisor apenas se ven 20 segundos de juego. Pero qué 20 segundos. La tensión en cada lance es máxima, pues todo el mundo sabe que en cualquier momento un jugador puede ser brutalmente placado o esquivar a los rivales y atravesar medio campo corriendo. La gente enloquece con cada pase largo del «quarterback», con cada carrera más o menos significativa de los receptores.
Presenciar la «Super Bowl» supone unas cuatro horas pegado al televisor , algo que parece inaudito para una cita deportiva a este lado del Atlántico. Sin embargo, en Estados Unidos esa fecha está grabada a fuego en la mente de cada ciudadano. En Europa tiende a pensarse que la NBA acapara más miradas que el fútbol americano, pero no es así. Una de las razones por las que la «Super Bowl» es sustancialmente más popular que el play-off de la liga de baloncesto es que es la única final de uno de los grandes deportes americanos (baloncesto, hockey, beisbol y fútbol) que se juega a partido único, con lo que la emoción es máxima. Pero por muchas palabras con que intentemos explicarlo, sólo hay una manera de c onocer de veras la pasión de la Super Bowl.
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