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Una reinserción frustrada

El llamado «Rafita», que dada su edad ya no lo es, padeció, y padece, la tragedia de haber nacido en una familia marcadamente delicuencial. Participó en la violación, asesinato y ulterior quema del cuerpo de Sandra Palo.

Con 14 años, a quien esto firma, le dijo: «Yo lo he hecho, soy malo. Nací malo». Muchos educadores, psicólogos y jueces, han trabajado buscando su rehabilitación pero él ha optado por volver con los suyos, con los que viven del delito, con los que no se compadecen del dolor; con los que no se ajustan a las normas. Con aquellos que no saben vivir en sociedad.

La ciudadanía y el Estado de Derecho han cumplido. Se le ha posibilitado una segunda oportunidad que es incapaz de aprovechar. Rechazó hasta un puesto de trabajo como carpintero.

El ser humano es libre en sus conductas y en su responsabilidad. La sociedad tiene derecho a defenderse de sujetos reincidentes como él.

El denominado «Rafita» es un personaje que ha hecho, y sigue haciendo, mucho daño a una sociedad que acabará creyendo que la reinserción no es posible. Y la verdad es que el 87% de los menores infractores sí se rehabilitan. Me duele reconocer el fracaso y la dificultad o imposibilidad de los profesionales para conseguir el objetivo de la reinserción social. Hemos de dar la palabra a las víctimas y a quienes pudieran serlo. No es admisible que él se sienta impune y los ciudadanos de bien vulnerables. Cuando él dijo ante las cámaras «yo ya he pagado» descubrí que el futuro era muy oscuro porque no admite su error, porque no hay modificación cognitiva, porque no ha entendido que jamás pagará lo suficiente, pues una vida no se puede devolver.

Relativo a la Ley de Responsabilidad Penal del Menor, podemos endurecerla. Como dice el Defensor del Menor, Arturo Canalda, «ante hechos excepcionales, respuestas excepcionales». Pero mientras haya grupos patológicos como la familia de este individuo, dejaremos en herencia la transmisión de la violencia.

Pienso en los profesionales que trabajan desde la vocación y que hoy sienten la misma impotencia y rabia que albergo yo.

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